No se saben los motivos por los que se va Zidane en plena gloria. Rajoy en plena debacle se ha ido por razones obvias, acabando al fin con su agonía:

--Me voy porque creo que es lo mejor para mí.

Y discúlpenme si le enmiendo y pongo yo ahí el fin de la cita.

Tal vez en esta semana tan dura, sea la decisión más liberadora que ha tomado el expresidente, que un viernes aprobaba los presupuestos y se aseguraba el fin de la legislatura y anteayer lunes ya dormía fuera de la Moncloa tras un traumático desalojo, que tan repentino como el de Cifuentes, ---memento mori-- impresiona incluso a los que sin ser sus partidarios no le desean ningún mal. Otra cosa será los rencorosos y revanchistas que estarán que no caben en sí, aunque tengan el buen gusto de no ser Monedero.

Y luego habrá bienintencionados que, pese al gozo de saberse vencedores sin elecciones, sentirán vértigo ante la tarea que se les avecina, con 84 diputados, la minoría en la mesa del Congreso y en el Senado y las zarpas amenazantes de sus extraños compañeros de viaje que no socios, desde Torra exigiendo diálogo ya, a Podemos exigiendo ministerios pronto.

Yo no sé si el poder repentino al que ha accedido Sánchez por una mezcla de carambola, osadía, astucia, oportunismo, estado constante de alerta y asesoramiento colosal le quedará grande, ni si su debilidad real, al final podrá con él. Tampoco sé si el PP, en lugar de reorganizarse, regenerarse y pacificarse preferirá una oposición obstruccionista o actuará mirando por el bien de España. El modo brutal y oscuro en que ha sido desalojado le invita a la venganza, pero el sentido de estado le debería llevar a una oposición leal. Al menos para no caer en lo que afea al adversario.

Por el momento, me gustaría escuchar a populares y ciudadanos felicitarse por el nombramiento de Borrell, y que su deseo oculto no fuera que el nuevo gobierno se equivoque solo para darles la razón. Pues va a ser extraño, muy extraño contemplar al PP enmendar sus presupuestos, pero también ver al PSOE defender aquello que le parecía inadmisible.