WLw a crisis financiera desatada en Estados Unidos hace ahora un año tiene otro hito: la Administración Bush ha tenido que asumir la garantía de la mitad de las hipotecas de los ciudadanos norteamericanos, en un reconocimiento del fracaso de su pretendido nuevo orden financiero mundial, basado en la total permisividad en las operaciones de préstamo sin fronteras.

Lo ha confirmado el secretario del Tesoro norteamericano, Henry Paulson, al anunciar la intervención de las dos principales empresas hipotecarias del país (Freddie Mac y Fannie Mae) para garantizar su continuidad. Ambas habían llegado al mínimo de su cotización bursátil, arrastradas por la desconfianza en cualquier inversión que estuviera vinculada al sector inmobiliario.

No es una consecuencia directa de la crisis de las subprime, las hipotecas para insolventes, porque las sociedades ahora intervenidas actuaban en un mercado secundario y consolidado --con garantía pública-- que gozaba de tanto respeto internacional que países como China, Japón, Rusia o emiratos del Golfo Pérsico compraban sus emisiones con la seguridad de que la garantía final era el Tesoro norteamericano.

No obstante, la confianza en ese supuesto estaba a punto de quebrarse los últimos meses por la desconfianza de que los productos financieros lanzados los últimos años por Freddie y Fannie también estuvieran contaminados por la voracidad especulativa mundial. Cierto o no, ambas sociedades han sucumbido a la sacudida que afecta a la arquitectura financiera global.

Hay que aprender la lección que tenemos ante nosotros. En la América de George Bush, con la intervención de las dos sociedades hipotecarias, se ha practicado el deleznable principio de socializar pérdidas tras garantizar las ganancias a inversores y especuladores. Los gestores de Freddie y Fannie, pensadas para dejar fuera del mercado más especulativo a las hipotecas, olvidaron su objetivo garantista y se lanzaron al riesgo bursátil, se comportaron como otras sociedades cotizadas en bolsa a la hora de captar inversores y abusaron de su condición de que tras sus inversiones de riesgo, en última instancia, estaba papá Estado. Los excesos los pagarán los contribuyentes norteamericanos, porque de sus impuestos saldrán los 200.000 millones que costará el rescate de Freddie y Fannie.

Las bolsas de todo el mundo han acogido al alza la decisión intervencionista de Paulson por su pragmatismo. ¿Buena señal? Para los especuladores pertinaces, sí. Para las necesidades de un nuevo orden financiero mundial, en absoluto.