Al violento y peligroso jefe de la banda que asaltó el chalet de José Luis Moreno , le detuvo la policía en tres ocasiones, y en tres ocasiones los jueces le dejaron marcharse. En cuanto se marchaba, volvía a asaltar, a traficar con drogas, a partirle la cabeza con un hacha al que se ponía por delante. Tenemos una policía profesional y eficaz, hábil y vigorosa, y con más moral que el Alcoyano, porque hace falta tener mucha moral para arriesgar la vida por un magro sueldo, capturar al delincuente y, luego, comprobar que el juez le ha puesto en la calle. De la presunción de inocencia hemos pasado a la presunción de impunidad, y no me extraña que haya cundido la sospecha de que los delincuentes europeos se hayan dado cita en España, porque aunque la policía es muy buena, es democrática, nunca te dará dos hostias, y, al poco tiempo, el juez, por falta de tiempo, por falta de interés, por falta de personal, por falta de ordenadores o por falta de secretarios, te pone en la calle para que sigas siendo un criminal de provecho.

El ministro de Justicia, que es inteligente y farruco, debería emplear su inteligencia en dotar al ministerio de más medios y en organizar un departamento donde los procesos no sean testudíneos y los delincuentes costosamente atrapados por la policía puestos en libertad, no siempre por constitucionales razones. Queremos libertad y democracia, pero no democracia gilipollas en la que la libertad sólo sea usada por los que se dedican a transgredir las leyes,y a robarle y a dañar al que las respeta y paga los impuestos.

Que un tipo, reclamado por la Interpol, sea puesto en la calle, porque no han llegado unos papeles por correo, en la era de la comunicación instantánea, es de aurora boreal y causa motivos de indignación. Y cuando se acepta un ministerio el primer deber del titular es que el ministerio funcione con la mayor eficacia.