El Gobierno mantiene el mensaje de que es posible reducir impuestos y aumentar prestaciones. Este portentoso milagro, anunciado por el ministro Cristóbal Montoro al presentar los Presupuestos del Estado para el 2004, tiene sus trucos: congela o reduce impuestos que ya son de competencia autonómica y no descuenta la inflación prevista a la hora de calcular las cuotas del IRPF (lo que anula una parte de los aumentos de sueldo). Además, mantiene principios contables sospechosos, como decir ahora que la Seguridad Social debe dinero al Estado y que las deudas de las empresas públicas más deficitarias --como TVE y Renfe-- no son del Estado.

La parte descriptiva de los Presupuestos, la previsión del Gobierno sobre PIB, inflación y creación de empleo, suscita poco interés, porque hace años que no se cumple. Esas desviaciones explican que durante los últimos años nuestra economía se aleje de la media europea: menor productividad en el empleo y mayor precariedad en las políticas asistenciales básicas. El PP sabe que su mayoría absoluta le permitirá dar por buenas las cifras del Presupuesto. Pero contienen insuficiencias y también le permitirán hacer promesas cara a las elecciones de marzo.