Suele ocurrir que los políticos, sobre todo los que llevan mucho tiempo en el poder, ya sea por el aislamiento elitista que conllevan los privilegios, ya por el pelotilleo casposo de los moscones que les rodean, confunden su bien con el bien público. Me cuesta mucho trabajo pensar mal de la gente, porque, sin parecerlo soy extremadamente ingenua, hasta el punto de que amigas a las que creí fieles mudaron en Iscariotes mientras yo estaba a por uvas. Por eso no considero a ZP el demonio pinchapapas pintado por Intereconomía, cuyo deseo último es romper España y al que todo importa un pepino con tal de perpetuarse en el poder. Dudo que engañara a los españoles a sabiendas cuando durante meses negó la crisis que nos devoraba silenciosa las entrañas --"ese buitre voraz de ceño torvo"-- o permitió a la vicepresidenta pactar con los sindicatos para dejarla a ella y quedar él con el trasero al aire tras la dura hora del papel mojado. Niego que mintiera descaradamente a Montilla y tripartitos a propósito del Estatut que no pudo ser, ni que imaginara que Europa, los mercados, las Agencias de calificación, el FMI, Obama y Merkel le iban a obligar a congelar hasta las sopas de sobre que cenan los jubilados. Mas hoy creo que el presidente, como antes otros, ha confundido el bien de España con el del PSOE y el de este con el suyo propio. Sin hacer juicio de intenciones me repatea sospechar que mercadea con los bienes de todos, que trapichea con cosas, fundamentales o no, pero que no le pertenecen y que promete lo que no podrá cumplir. No son suyas las aguas internacionales que regala graciosamente ni los nombres de los territorios que acepta transformar. Tampoco la caja de la Seguridad Social. Por eso duele escuchar a la bella Ana Oramas y al no tan bello Rivero que el acuerdo es bueno para Canarias, intuyendo que se aprovechan de la precariedad zapateril para sacar tajada. Pero sobre todo mosquea esa oportuna entrevista a Otegi justo antes del acuerdo con el PNV. La ingenuidad se cura a trompazos. Puede que yo, en mi edad otoñal, esté curada.