Ocurre que todos han ganado como siempre que hay elecciones, se perciban estas como primarias o cainitas. Ha arrollado Gómez que se enfrentó al gran jefe y ha demostrado que los militantes se impusieron al aparato. Ha sacado provecho Aguirre porque Jiménez era más rival en la comunidad de Madrid que el enjuto y elegante vencedor. La propia ministra a la que estropearon el verano y metieron en esta riña incierta se ha engrandecido al demostrar en la amargura de sus dulces lágrimas que el juego democrático es eso y que está para servir al partido. También vence ZP que en sus horas bajas se ha negado a abusar del dedo nombrador según el procedimiento acostumbrado en otros partidos más populares. Tomás es ahora el candidato de Trinidad, actúa con la grandeza del vencedor, la abraza e ignora a los jefazos, Leire ensalza a ZP atribuyéndole el mérito de estas primarias como si fueran las primeras y Rajoy no opina del contrario mas se felicita de la división escenificada. Esta es una lectura, quizá la deseada y deseable. Mas yo veo que Esperanza arruga la naricilla porque el nuevo oponente no se le puso al teléfono y lamenta que un personaje desconocido hasta hoy tenga ya tanta notoriedad y tanta gloria. Que el PP queda en evidencia con sus duelos asturianos sin democracia interna y que algo en él huele a rancio. Que a pesar de que debería estar claro que unas primarias suponen el procedimiento más legítimo para elegir candidatos, todo el proceso ha sido un enfrentamiento innecesario y un desgaste de los afectos con el resultado final de una patada a ZP en el culo de Trinidad. Que algunos sostienen que el síndrome de la Moncloa es también el de Ferraz y que los dinosaurios del partido han perdido el contacto con las bases. Que el presidente creyó que una sola palabra suya bastaba para nombrar, que Rubalcaba se pasó de listo esta vez cuando queriendo hundirle ensalzó a Gómez como "el hombre que dijo no a ZP" y que Blanco , el urdidor, se ha puesto en evidencia. ¿Ha salido herido o reforzado el PSOE? Esta es la pregunta.