Si por algo me gustan las primarias en los partidos políticos es porque, al día siguiente de la votación, todos ganan. Nadie se apunta a caballo perdedor. Los candidatos y sus apoyos sacan la mejor de sus sonrisas si resultan vencedores, pero si pierden aprietan los dientes y dan por hecho que el consenso y la integración son signos característicos de cualquier formación democrática. Y así hasta que escampe y las piezas vuelvan a encajar.

Lo de las Primarias en el PP es un fenómeno demasiado nuevo. Tanto que alguno no domina este escenario y sufre algún que otro resbalón. Ya se sabe que cuando uno se mueve en arenas movedizas, la militancia rebelde le pasa factura. ¿El poder lo tiene el aparato? Pues toma aparato. Ya dicen algunos en el PSOE, con más tradición, que las primarias son un invento del maligno que solo sirven para dividir un partido, pero habrá que decir que también para sacarle las vergüenzas. A Vara le pasó en su momento cuando apoyó a Susana Díaz y ganó Pedro Sánchez y ahora le acaba de ocurrir a Monago que apoyó a Cospedal y ha acabado por ganar Soraya a nivel nacional y Casado a nivel autonómico.

En su estreno en las primarias, los militantes del PP se han comportado igual que los del PSOE: dando la espalda al aparato. Ya se sabe que en el gobierno, con poder bajo el brazo, se manda más. En la oposición se es más débil, aunque nadie se atreve a alzar la voz por miedo a ser fulminado. En procesos de esta naturaleza, con una papeleta anónima doblada y depositada en una urna, se ejercen venganzas y se devuelven ofensas. Porque he de decir que nadie en el núcleo duro del PP extremeño podía esperarse que Soraya ganara a nivel nacional y mucho menos que Casado lo hiciera en Extremadura y en concreto en Badajoz, feudo provincial por excelencia de la actual dirección del partido. Aunque habrá que decir que feudo un tanto descontrolado porque, si no, que se lo pregunten al ya ex secretario general del PP pacense, Juan Antonio Morales, quien el viernes dio la campanada anunciando su abandono del partido. Eso sí, dejando claro que rompe el carnet pero no deja el escaño con que cuenta en el Parlamento regional. Todo un ejemplo.

Morales no se ha caracterizado precisamente por ser una persona dócil y disciplinada. Su amistad con Fernando Baselga, ‘exPP’ y ahora secretario de organización de Ciudadanos, hizo que nunca fuera ni celdranista (de Miguel Celdrán) ni monaguista (de Monago). Es más, su comportamiento yendo a recoger premios de la Fundación Francisco Franco en diciembre del 2016 sin avisar a nadie y recibiéndolo por su lucha contra el PSOE y la Diputación Provincial de Badajoz para evitar que se borren los vestigios del franquismo dejó en entredicho a su partido y le sacó los colores a más de uno. El viernes fue a lo que se agarró Monago cuando le preguntaron: que mejor fuera del partido alguien tan escorado a la derecha, que él prefiere un PP centrado para ser fiel reflejo de la sociedad a la que representa en Extremadura. Sin embargo, a nadie le gusta que le dimitan en su cara y sin avisar, y menos todo un secretario general con dos mandatos a sus espaldas encargado de montar estructura y, por ende, crear agrupaciones locales a lo largo y ancho de la provincia.

De todas formas, de todo esto se sale. Las primarias, igual que reajustan estructuras en los partidos y mueven cimientos sólidos construidos durante años, refuerzan a quien finalmente se alza ganador porque no hay nada mejor que contar con las bases para pelear por el gobierno, sea a nivel nacional, autonómico o local.

La batalla que viene va a ser dura, entre otras cosas porque todo apunta a que Casado y Cospedal van a unir sus fuerzas contra Santamaría cara al congreso del día 21. El joven candidato se puede decir que se prepara para la batalla final. El hecho de que en la mañana del viernes descartara su integración en una lista liderada por la ganadora de las primarias, Soraya Sáenz de Santamaría, dice mucho de sus aspiraciones. Y la frase de «no hemos llegado hasta aquí para que nada cambie» supone toda una declaración de intenciones.

Veremos qué derroteros lleva todo esto y qué reacción provoca en la militancia, que quizás tenga que aceptar que quien más apoyos recibió de las bases sea finalmente la perdedora. Y siendo así, también veremos qué repercusiones hay en los siguientes niveles cuando lleguen los cónclaves autonómicos o provinciales. Toda una aventura que seguro traerá un antes y un después en el centro derecha de este país.