En ocasiones, parece que el 17 de agosto no sucedió nada en Barcelona y en Cambrils. En el año que está a punto de cumplirse han ocurrido tantas cosas, algunas anunciadas, otras impensables en aquellos momentos, que el atentado terrorista en la Rambla queda como sepultado. La política lo marca todo, y a veces parece que lo importante de aquel atentado fue que en la manifestación posterior empezó a intuirse la brecha institucional del ‘procés’ que después no haría más que agrandarse hasta engullir el concepto mismo de «normalidad».

A la salida de la comisión bilateral, el ‘conseller’ Ernest Maragall explicó que a ambos lados de la mesa se habían sentado dos conceptos de normalidad: la del Gobierno español (negociaciones sobre competencias, traspasos, financiación...) y la de la Generalitat (represión, prisión, exilio...) Resulta imposible ponerse de acuerdo en algo cuando se parte de conceptos opuestos de qué es la normalidad. En aquella manifestación después del atentado ya fuimos testigos de la multiplicación de normalidades, no se sabía muy bien si la multitud se manifestó contra el yihadismo, contra la islamofobia, en solidaridad con las víctimas, en contra del rey de España o a favor de la independencia de Catalunya. Normalmente, después de un atentado se aboga por regresar juntos a la normalidad como forma colectiva de superar el miedo y el dolor. ¿A qué normalidad? Si no nos ponemos de acuerdo en qué es lo normal, tampoco lo estaremos en qué no lo es. De ahí que estemos como estamos, con tipos que atropellan cruces amarillas, fascistas que agreden con impunidad, y unos autoproclamados defensores de la República catalana que acusan de traición a ERC, lo cual es paranormal.

En ocasiones, parece que el 17 de agosto no sucedió nada en Barcelona y en Cambrils. Y aquel atentado fue muy grave. En esta multiplicidad de normalidades igual podríamos hacer el esfuerzo de aprovechar el primer aniversario para regresar a la realidad. Y recordar y honrar a quienes no están, homenajear a quienes fueron héroes, felicitarnos por haber sufrido como sociedad el terror y no haber cedido a los bajos impulsos. Sería lo normal.

* Periodista