El presidente del Gobierno ordenó ayer que las tropas españolas desplazadas a Irak regresen a nuestro país. No esperó al 30 de junio, la fecha mencionada hasta ahora como límite del plazo para que Estados Unidos efectúe un traspaso real y efectivo a la ONU de sus poderes en Irak. La explicación dada por Rodríguez Zapatero para retirar las tropas es sencilla. Primero, no existe el menor indicio de que el presidente Bush esté dispuesto a renunciar al mando del ejército que ocupa Irak y al control, por llamarlo de alguna manera, de la situación en el país. Segundo, el presidente español quiere cumplir la palabra dada sobre esta cuestión hace más de un año.

DECISION CORRECTA. Es un acierto tomar la iniciativa y adelantarse a todas las presiones que habrían convergido sobre España hasta finales del mes de junio desde los dos lados de la situación, desde EEUU y desde la resistencia iraquí y quienes la apoyan. Serían unas largas semanas de compás de espera con alta probabilidad de golpes de mano de todo tipo contra nuestro país. Seamos claros: Bush no tiene la menor intención de que sean la ONU o los iraquís quienes decidan el futuro de ese Estado, cómo tiene que reconstruirse y de qué manera hay que administrar su petróleo. Su consejera de Seguridad, Condoleezza Rice, ya ha dicho que la ONU no supone ninguna panacea para acabar con la rebelión en Irak. Washington únicamente busca una cosa: que haya el mayor número posible de soldados de otras nacionalidades que, en vez de los suyos, se jueguen la vida mientras el Pentágono toma las decisiones.

SOBRE LA COBARDIA. A partir de este escenario, España debe despreciar frontalmente cualquier acusación que se le haga de cobardía. La cobardía es otra cosa. Cobardía es inventarse razones que no existen para justificar un ataque bélico. Cobardía es golpear atrozmente a una población civil que no tiene la culpa de padecer la dictadura de un tirano como Sadam. Y también es cobardía ceder ante EEUU diplomáticamente y animarle a hacer la guerra desde un país que, como el nuestro, tiene un casi nulo peso militar.

LA NUEVA POLITICA. Está muy bien iniciar esta etapa dando respuesta a los problemas desde el primer día. Y cumpliendo la palabra dada a partir de la misma jornada de la toma de posesión de los ministros. Esa era la apuesta: dejar solemnemente atrás los años de Aznar que encarnaba unas formas de gobernar en las que muchas veces se hacía lo que no se decía, se prometía lo que luego se posponía indefinidamente, y en la que "sí" frecuentemente debía entenderse como "quizá", mientras "quizá" equivalía a anunciar blandamente un "no". Rodríguez Zapatero empieza bien.

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