WLwa prevista salida de los colonos israelís de Gaza es un acontecimiento de alto valor simbólico. No es la primera vez que los colonos y las tropas israelís se marchan de un territorio conquistado por la fuerza --lo hicieron del Sinaí en 1982 y del Líbano en el 2000--, pero en esta ocasión la evacuación constituye un acto de cuyo éxito depende el proceso de paz, el futuro del primer ministro palestino, Abú Mazen, al que los norteamericanos prometieron este primer paso, y el destino de la sociedad israelí, más desgarrada que nunca, como se deduce de la resistencia de los colonos más ultras y de la dimisión del exprimer ministro Netanyahu.

Están en juego la maltrecha credibilidad de Washington en el mundo árabe, la capacidad de los palestinos para mantener la prudencia y la disposición de la sociedad israelí a alcanzar la convivencia con sus vecinos. La evacuación en curso puede ser también el primer paso para desmilitarizar las conciencias, pero ahora hay que volver a recordar que sin la devolución de Cisjordania no hay Estado palestino posible ni viable.

Los hechos deben desmentir la intención que se adjudica a Sharon de que la retirada de Gaza es sólo una estrategia para conservar mejor Cisjordania.