El Banco de España tomó el pasado sábado una decisión de, sin duda, amplio alcance en sus efectos para todo el sector económico: la intervención de la Caja de Castilla la Mancha (CCM), sumida en un grave problema de liquidez, por la desconfianza de sus clientes, y tras saber que ha hecho inversiones desproporcionadas para su tamaño, dos de ellas en proyectos públicos de la comunidad autónoma, como un parque de atracciones y un aeropuerto.

Por el tamaño de la entidad financiera, que representa menos del 1 por ciento del sector financiero español, sería un hecho poco relevante. Pero es un aviso a tener en cuenta. Hace unas semanas, la caja manchega iba a ser absorbida por otra más saneada, la andaluza Unicaja. Se seguía así el principio de que las cajas nunca quiebran sino que por el contrario se fusionan.

La comparecencia pública de ayer, en domingo, de los vicepresidentes Solbes y De la Vega (recién llegada a Madrid de un viaje que la ha mantenido durante dos días en Extremadura), explicando el decreto-ley de aval público --que no es una subvención-- a la CMM y su total respaldo a la decisión del Banco de España, que asume la gestión de la entidad, ha tenido un doble significado.

De un lado, se toma el ejemplo de una entidad tan pequeña como mal gestionada, para reforzar la actitud de vigilancia y firmeza del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y del banco emisor ante cualquier atisbo de desconfianza hacia la totalidad del sistema financiero español. Aunque de otro, se abre la espita de la desconfianza: si para una entidad tan menor, se hacen gestos tan solemnes, ¿qué puede venir detrás de este hecho?

El Partido Popular ha aprovechado también esta circunstancia para desgastar al Gobierno. Debería recapacitar: fomentar las dudas sobre la solvencia de las cajas --y más sabiendo la influencia que miembros del PP han tenido sobre alguna de ellas-- hace mucho más daño en estos momentos a la credibilidad del conjunto del sistema financiero de nuestro país más que al Gobierno en sí.

El conjunto de bancos y cajas españoles están mejor dotados que los de otros países para resistir la crisis, aunque si persiste la falta de liquidez y de solvencia, con su efecto directo sobre la morosidad, va a ser inevitable que desaparezcan las entidades más débiles.

Y desde ayer queda abierto el melón de los cambios en el sector de las cajas de ahorros, más afectadas que los bancos por la falta de liquidez, y que pasa por las fusiones. Que sea entre las de una misma comunidad autónoma o con las de otras autonomías, depende de hasta qué punto intervengan el Gobierno y el Banco de España.