WLw a jornada del Primero de Mayo, acontecimiento propicio para que los sindicatos exhiban su poderío, venía este año precedida de un terrorífico dato de coyuntura: España ha alcanzado el 20% de la tasa de paro (4,6 millones de personas, según la EPA del primer trimestre). Esa tremenda realidad no ha propiciado, sin embargo, una movilización masiva. La participación en las marchas celebradas ayer en distintas ciudades españolas fue más que discreta, y el tono, notablemente distendido. En el caso de Extremadura, la marcha congregó a en torno a un millar de personas en Mérida --más de 2.000, según los sindicatos, y en torno a 750, según fuentes policiales--.

Los líderes de los sindicatos más importantes tuvieron intervenciones de carácter preventivo. Es decir, advirtieron al Gobierno de que no tolerarán recortes en los derechos de los trabajadores ni favorecerán una reforma laboral que suponga un aumento de la precariedad. Advirtieron, además, de que no es hora de recortar el déficit a costa del impulso al empleo.

¿Es ese comportamiento a la defensiva lo que la sociedad española espera de las centrales? Probablemente, no, pese a que debe ser subrayada su responsabilidad a la hora de evitar un grave conflicto social. Pero la situación económica es tan delicada, que cabe exigir de UGT y CCOO una actuación en positivo. Los expertos coinciden en que España necesita una reforma laboral que adapte el mercado de trabajo a la nueva realidad. Y ahí es donde los sindicatos deben presentar propuestas imaginativas más allá de los clásicos eslóganes de ni un paso atrás.

Hay pocas noticias sobre las conversaciones que los responsables sindicales mantienen con la patronal desde hace semanas. Es posible que haya avances, pero el tiempo juega en contra.

Cándido Méndez (UGT) dijo ayer que los sindicatos no pueden aceptar recortes para calmar a los mercados internacionales. Se trata de una buena consigna al final de la manifestación, pero la realidad es que el actual inmovilismo en las relaciones laborales no ha ayudado a que España tenga una tasa de paro acorde con la de sus socios europeos.

Por eso es de esperar que las centrales den alguna señal, no a los mercados, sino a los más de cuatro millones y medio de parados que esperan una oportunidad. Nadie puede acusar a los trabajadores de haber provocado la crisis.

Pero que los sindicatos se limiten a defender esa verdad no es suficiente. Si no dan el paso para favorecer la creación de empleo nuevo, aportarán más argumentos a quienes los consideran una buena maquinaria para quienes tienen trabajo, pero letal para los parados.