TAtnda el mundo preocupado por la economía, mientras arbitra estrategias para no caer en una nueva recesión. Nunca Europa movió tanto su diplomacia en defender el euro, desde que los portones de la Historia se abrieron para iniciar la época más bonancible de su trayectoria. Ese euro que, siendo motor de la Unión Europea, viene a ser rey y señor de la sociedad, por eso del primum vivere y del deseo incontrolado de ganancias sin término. Todos los medios de comunicación no paran de hablar de este icono, ya en clave bancaria, financiera o bolsística, donde impera la'troika', Merkel pontifica, se agita Sarkozy y tiembla la prima de riesgo. ¿Qué espacio resta, para indicar otros valores, tras el apartado de la política, el otro elemento del binomio que monopolizan los medios? Se subestiman así los valores morales, con toda su carga ética, mientras se priorizan las abultadas cuentas corrientes.Ya lo sentenció José L. Aranguren : "Los valores morales se pierden sepultados por los económicos".

Es decir, sobran deseos para colmar las arcas y construir defensas que defiendan la economía atesorada, pero escasean referencias de testimonios morales. Abundan medidas contra la crisis, a veces erráticas y poco creíbles, mientras se evidencia una carestía de principios éticos en grandes sectores sociales, donde florecen rufianes y pícaros, bribones y ganapanes, entre los que proliferan muchos políticos, que llegan a prometer puentes donde no hay ríos y hablan y hablan de futuras actuaciones que luego se esfuman sin dejar rastro; pero lo importante es tocar poder, ese afrodisíaco que los ciega, para volver pronto a las andadas. De ahí la corrupción, que todo lo enturbia con su inversión de valores, lo que se debe criticar, y denunciar cuantas actividades punibles ocurran, solapadas a veces mediante sonrojantes 'arreglos'. Por todo ello, urgen como antídoto los principios morales, desde los que se yugulen turbias maquinaciones y oscuros pragmatismos, evitando que no pocos dirigentes corruptos caigan en el enriquecimiento ilícito. En fin, es necesario implementar un conjunto de referentes éticos a fin de sofocar toda agresión contra conductas rectas y sanos principios, los cuales, según Bertrand Russell, nunca tendrán doble cara: "la que predica y no practica y la que practica y no predica".