Las prisas por vivir

Será por esto que durante una semana he encerrado en el cajón de los trastos la colección de dibujos que solía corretear por mi mesa, figuritas recortables de actualidad, ya saben Rajoy y compañía. ¡Qué pereza! Indudablemente es mejor leer a Alvin Toffler que al menos escribía libros explosivos como 'La Tercera Ola', obligatorio en la cabecera de su cama oiga. Y de paso que va usted contando borreguitos se lee casi sin darse cuenta un puñadito de Neruda en 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada'.

Dormir va siendo una urgencia en medio de tanto insomnio y tanta prisa por vivir al frenético ritmo que impone la galaxia Twitter, donde cada día se lanzan millones de noticias y avances en la investigación, en el campo de la Ciencia o la Medicina, la Comunicación o las Humanidades, pero donde se cuelan también millones de chismes y rumores que nutren la red madre de pura materia tóxica. Las prisas por vivir al compás de Twitter nos están haciendo perder músculo intelectual.

Sin ir más lejos, me llamó la atención esta misma semana, un twit noctámbulo, de esos que caen al patio de vecinas en el umbral de la madrugada, un twit digo que dejó grabado a fuego en su muro una periodista seria, nada sospechosa de triturar vísceras y que venía a decir que según Raúl del Pozo , el Rey le comentó a Rajoy su intención de divorciarse allá por el año XII. Y nada, que no pasó nada, que la red no tembló ni se resquebrajó el iphone ni rugió la madrugada. Puedes decir cualquier cosa en la galaxia 2.0 que no pasa ni el aire.

XME FUIx a la cama lógicamente preocupada por Raúl del Pozo, admirable maestro de periodistas; después de Umbral nos quedan al menos sus columnas hercúleas de verdades y emociones. Me preocupa que un maestro como él haya decidido dar el gran salto al vacío, ese agujero inmensamente negro en el que se cuece la casquería política a fuego lento. Se ha lanzado Raúl del Pozo hacia donde su propio apellido indica en busca de mentiras para convertirlas en verdades verdaderas y abrir una ventana en esta España maloliente. Le ha puesto pasión al asunto porque sólo un periodista de la altura de Raúl del Pozo puede alertarnos de la negritud profunda que nos acecha ante un enredo semejante como es la supuesta financiación de los partidos.

Dicen los más viejos que se acabó la pandereta... siniestro panorama... España de las lenguas revueltas, de escaños vacíos y otra vez la España de "las dos Españas"... pero ahora la de los ricos y los pobres. Nos avisa Jorge Verstrinyge , discípulo de Fraga , que los perros están a punto de morder y un ex del PP amenaza con dar una "hostia" nada consagrada a quien le coloque en el punto de mira del escrache patrio. "Dicen los viejos que en este país hubo una guerra, que este país necesita palo largo y mano dura para evitar lo peor..." shala la la shala la la "dicen los viejos que hacemos lo que nos da la gana, y así no hay gobierno que gobierne nada" shala la la la la...

El Rey echando balones fuera, Leticia acosada por un primo traidor, Cristina enamorada como el primer día, Sofía luce pareo entre las tribus de aquellos confines de la tierra, Feijóo eliminado de la carrera para ser candidato en el año XV d.d R (después de Rajoy), menudo codazo en todo el costado le han dado al gallego... y todo porque en Génova 13 apuntaba maneras de líder; Esperanza mientras tanto espera sentada en alguna tumbona su turno para coger cartera de ministra.

Cospedal podría morir de tanto morderse la lengua, pero aguanta "en diferido" su momento "Matanza de Texas"... Como una profecía del título de Vladimir Nabokob "Ada o el ardor", llegó la que faltaba, otra justiciera 2.0 en auxilio de familias desahuciadas, Ada Colau , un fenómeno que lidera el cabreo general de un trocito de esta España rota en mil pedazos.

Todo esto sucedió hace mil años... las prisas por vivir de Twitter nos han secuestrado la sensación de vivir en tiempo presente a golpe de pío pío. Tenemos pío-dependencia 2.0, una pandemia que extermina los corazones. Prefiero seguir esperando en la playa el beso espumoso de Neruda.

*La autora es periodista