TNto cabe duda, los seres humanos podemos llegar a tener todas las necesidades cubiertas, muchos caprichos permitidos y alguna que otra insolencia tolerada, y aún así, ser culos de mal asiento. Sólo basta ver el necio comportamiento de muchos ciudadanos occidentales atiborrados de bienestar. Tipos que, bien por significarse para intentar ser un garbanzo distinto en el caldero, o bien por cierta turbulencia mental que deforma sus cerebros, provocada no se sabe en realidad por qué razón, se convierten en verdaderas moscas cojoneras, o lo que es peor, en avispas asesinas que se dan a enlodar con su ponzoña su propio charco y el de los demás. Y es que en este mundo, algunos no se merecen vivir en esos territorios privilegiados que otros ansían hasta tal extremo de arriesgar su vida por llegar a ellos para hacerse un hueco.

A estos individuos desconformes con su situación, que viven bien alimentados en tierras prósperas, y en nombre de trasnochadas ideologías provocan la inestabilidad y el terror, se les podría aplicar una terapia curativa bastante peculiar: Al igual que Virgilio mostró a Dante los confines del infierno, no estaría mal facilitar un cicerone centroafricano recién llegado a España en cayuco, para que acompañara a cualquiera de estos descontentos en un viaje de un mes o dos por los adentros de la penuria centroafricana, eso sí, en condiciones de autóctonos del lugar, nada de manjares culinarios ni cócteles relajantes, ni burbujeantes yacusis, ni placenteros masajes, ni una simple silla almohadillada donde sentarse. Luego se les haría una simple pregunta: "¿Quiéres seguir aquí de por vida o prefieres volver al mundo de los privilegiados?".

Quizá con un poco de suerte decidieran unirse a una ONG o grupo de misioneros de los que se vuelcan en paliar el hambre y las enfermedades de los habitantes de esos remotos y necesitados países. Puede que una extraña catarsis les llevara a cambiar el pasamontañas por una mascarilla quirúrgica y la pistola por un maletín de medicinas.