Los bálsamos terminan por convertirse en venenos. Ocurre con las medidas de blindaje de la Unión Europea para los países con dificultades. Los fondos de garantías son devorados por las hienas que huelen la carroña y engullen incluso los antídotos.

La pregunta que no tiene respuesta en los centros de trabajo y en los bares es hasta cuándo los mercados pueden tener en jaque a los gobiernos democráticos. Y cuántas medidas más de ajuste serán necesarias para garantizar la estabilidad y el crecimiento. ¿Hemos entrado en la época de la inestabilidad permanente?

Los ataques especulativos a Irlanda han activado los fondos de rescate. Ahora los mercados dirigen su artillería otra vez a Grecia, Portugal y España porque saben que la subida de tipos de los bonos de estos países serán cubiertas con los fondos de la Unión. Estamos garantizando que sus ataques tendrán botín.

Hay un problema de gobernanza de la política sobre la economía financiera. Quienes se hacen ricos con la especulación necesitan una respuesta enérgica a una espiral diabólica. Los fondos de pensiones, el dinero de los ahorradores, agrupado en magnitudes que sólo estas aves carroñeras pueden reunir, les permiten realizar esas operaciones financieras en las que sin ningún valor añadido para la sociedad acumulan enormes cantidades de riqueza. Y sin que haya tasas o impuestos que castiguen un lucro tan rápido a costa de intereses de tanta gente.

Es cierto que las medidas tienen que ser globales para que sean eficaces, porque si no hay unanimidad de criterios en las economías desarrolladas los mercados aprovecharán esas grietas para volver a introducir su metodología.

En ausencia de liderazgos europeos capaces de generar con urgencia homologaciones económicas y fiscales, el euro estará herido de muerte y la recuperación de monedas fuertes no interdependientes, como el marco y el franco francés, pueden tener la tentación de resucitar para aislar sus problemas y desentenderse de sus obligaciones continentales. Sería un error, pero una escapada fácil que sólo se puede parar con las grandes reformas políticas para garantizar su control de la economía especulativa.