TStiguiendo una semana más (y las que nos quedan) con la incertidumbre, la desazón, las dudas (¡ benditas dudas!), las certezas (pocas), el sí pero no y el día a día cambiante, vamos a reflexionar hoy sobre lo ya se está categorizando como "el problema".

Se trata de percatarnos de nuestras singularidades, de nuestros principios, de nuestras contradicciones. Si bien es cierto que en buena parte de Europa están acostumbrados a gobiernos de coalición (incluso en España los hemos tenido en muchas comunidades autónomas) no lo es menos que a nivel estatal no hemos sido nunca capaces de interiorizar esa posibilidad.

Algunos arguyen que es por culpa de la falta de diálogo, que aquel "añorado" tiempo de la transición no nos ha servido de ejemplo. Vamos que, al final, el problema somos nosotros.

Pero, por otra parte, parece claro que no se puede negociar a cualquier precio. Que no se puede juntar el agua y el aceite. Que no va a perdurar un intento forzado por salir meramente del paso, amparándonos en los grandes temas que nos unen y olvidando los muchos que nos separan. En definitiva, que no se puede pactar a cualquier precio.

También es verdad que para hacernos creíbles (algo, para lo que sin duda, nos queda un amplio recorrido) los políticos a veces tendremos que realizar sacrificios. Renuncias personales. No se debería permitir faltar a la palabra dada. Es decir, publicamos en nuestros programas determinados objetivos, criminalizamos a los responsables de los desaguisados de la gente, nos esforzamos por insistir en que no todos somos iguales. En que es posible otra forma de hacer política. Y al final, nos pesa la responsabilidad o lo que algunos inciden en precisar, la sensatez, para buscar encuentros imposibles. Por último, miramos, precisamente con recelo, a aquellos con los que más podemos identificarnos, bajo el pueril argumento de que "nos comen". Sería nuestro final. Es la competencia. Luchamos por el mismo electorado.. Sin percatarnos de que eligiendo otras fórmulas posiblemente estaremos mucho más condenados. Por eso y parafraseando a U2 refiriéndose al rocanrol reafirmaré que "nada me impedirá que ame a la izquierda".