WLwa estrechísima victoria de La Unión, la coalición de centroizquierda de Romano Prodi , en las elecciones legislativas celebradas en Italia el domingo y el lunes, es la fiel imagen de un país dividido y permite aventurar al ganador días difíciles. Nadie puede dar a Silvio Berlusconi por derrotado en las urnas --sólo obtuvo 25.000 votos menos que su oponente--, sino más bien por un sistema electoral ideado por él mismo que prima exageradamente al vencedor en la Cámara de Diputados y deshace el empate técnico, y por los italianos residentes en el extranjero, que le dieron la espalda en el Senado.

Ni una economía en ruinas ni una campaña llena de sal gruesa fueron suficientes para doblegar a Berlusconi y proporcionar a Prodi las herramientas necesarias para afrontar la regeneración del país. Porque la holgada mayoría que ha logrado en la Cámara de Diputados queda corregida por la exigua de tres escaños que ha obtenido en el Senado, donde la aprobación de las leyes quedará expuesta a toda clase de imponderables: absentismo, tránsfugas y otros fenómenos muy italianos. Eso sin contar las tretas de Berlusconi para retener a toda costa el escudo protector del poder, que le mantiene a salvo de la acción de los jueces.