Día 11 de diciembre, 10.50 horas, un paciente espera angustiado a que se abra la puerta de la consulta de la doctora Gonzalo (Urbano III, Mérida). El dolor crece, se hace irresistible, y la espera interminable. Los gestos de sufrimiento afloran, la búsqueda de una posición de alivio no aparece; las caras de los pacientes que obserban el escenario no se inmutan; están esperando su turno, pendientes de que no se les pase el número. Han pasado 10 minutos cuando por fin se abre la puerta para que pase el siguiente, el paciente pasa sin número, no aguanta más el dolor; la doctora da palabras de consuelo, explora, demanda auxiliares, se impacienta por la leve tardanza; aplica tratamiento ayudada por sanitaria auxiliar, y juntas devuelven la paz y sosiego al paciente, que es remitido al hospital para juicio clínico sobre la base de estudio completo. La doctora Cruz y la sanitaria auxiliar lo atienden, mismo trato, idéntica atención. Ha sido un cólico renal izquierdo, ellos estaban allí para atender profesionalmente, y además me dieron cariño, consuelo, me ayudaron; los otros también estaban y sólo les preocupaba no perder su turno. Me acordaba del profesor Neira, pero no apareció.

Víctor Rodríguez Corbacho **

Mérida