Qué «gracia» tiene Trump con la última ocurrencia que se desprende de su boquita de piñón! ¡Y que el presidente de los Estados Unidos de América diga que para evitar estos casos horribles de violencia que cada año ocurren en las aulas de ese poderoso país, por el fácil acceso a las armas que hay, sea que estudiarán la posibilidad de «armar» a los profesores! ¡Y que diga esto y se quede tan fresco! ¡Y que, además, no pase nada!

Ya me imagino a los jefes de departamento, a principios de curso, en cada instituto americano, encargando al secretario de turno las peticiones de los profesores, entregando en su relación de petición lo siguiente:

«A la atención del señor director, este departamento solicita, 27 libros de texto para profesor de la materia de Lengua inglesa, 18 libros de lectura, 20 paquetes de folio, 40 bolígrafos y 20 lápices, 20 gomas de borrar y afilalápices, y... 20 revólveres, con sus fundas respectivas. De los 20 revólveres, 4 queremos que sean Smith&Wesson, 3 Colt, 2 Taurus, 4 Magnum Research, y los siete restantes, todos Remington, además de dos cajas de balas por cada revólver».

Luego irían a los CPR’s americanos y solicitarían cursos de formación para mejorar la temporalización de los contenidos de la enseñanza, para la mejor aplicación de las nuevas tecnologías, pero también un curso de formación para adquirir rapidez en desenfundar y pleno acierto en el disparo.

Por supuesto exigirían que éste último fuera considerado como curso de innovación para que reportara a los profesores participantes puntos que pudieran ser contabilizados como méritos en su carrera profesional...

Quizás estemos acostumbrándonos demasiado a las peregrinas ocurrencias de mister Trump y las tomamos como «chistes», aunque son alta y preocupantemente serias. Es éste de las armas un problema profundo americano que exige una reflexión igual de profunda.

Es muy triste ver cómo, cada año, unos jóvenes adolescentes pierden su vida gratuitamente en su centro de estudios porque la «sociedad más democrática y avanzada del mundo» sigue «jugando a los pistoleros» y no es capaz de arbitrar una medida eficaz que controle la distribución y utilización de armas entre sus ciudadanos.

Si la idea del señor presidente prospera, entonces no será más importante ni el mejor profesor el que mejor enseñe del instituto, sino el que más rápido desenfunde.