THtace unos días, la presidenta de la Comunidad de Madrid, recibió a un nutrido grupo de toreros tan populares, queridos y admirados como José Tomás, El Juli, Cayetano Rivera, José María Manzanares , entre otros. El motivo del encuentro no era otro que la gran preocupación que existe en el mundo del toro porque lo que ha ocurrido en Cataluña se expanda por todo el territorio nacional, con lo que eso supondría para la economía de empresarios, ganaderos y trabajadores del sector, que se verían abocados al paro.

Pero siendo eso grave, también lo es que desaparezca un espectáculo que ha traspasado las fronteras de nuestro país, que ha generado cientos, miles de artículos y libros de grandes escritores españoles y extranjeros. La mayoría de los cuales a favor pero también los hay que están en contra de lo que consideran un maltrato a los animales, una salvajada, porque es lógico que siendo una fiesta que aglutina a las masas no todo el mundo esté de acuerdo en lo que ocurre en las plazas de toros. De igual manera que no todo el mundo está de acuerdo con las matanzas de cerdo, o con las cacerías, incluso con la muerte de aquellos animales que después degustamos en la mesa como si fueran un manjar.

Prohibir las corridas de toros y no acabar con las fiestas en las que se utiliza a los toros para divertir al personal, demuestra una hipocresía absoluta, porque al contrario de lo que ocurre en la plaza --la lucha del hombre con un hermoso animal, la utilización de la inteligencia contra la fuerza--, en los festejos populares se les martiriza, ridiculiza, sacrifica al animal, hasta conseguir abatirle o no, pero dejarle malherido, listo para ir al matadero.

Me preocupa esta dinámica por prohibir todo aquello que no nos gusta, o que genera rechazo entre una parte de la población. Y me preocupa no porque no sea sensible al sufrimiento de los animales, que lo soy, sino porque también me preocupa el desamparo y el sufrimiento al que se pueden ver abocadas tantas personas como dependen de un sector al que están criminalizando los mismos políticos que jalean fiestas con tanto arraigo como los toros embolaos.

Todos aspiramos a vivir en una sociedad sin humos, sin criminales, sin delincuentes, sana y saludable, que ame a los animales, a los niños, a las mujeres, a los ancianos, a los desamparados, y algo vamos consiguiendo en ese sentido porque ahora la gente está más preparada y es más sensible a las injusticias, pero una cosa es eso, y otra llevarlo al extremo que se pretende llevar en algunos lugares. Pasar del prohibido prohibir, de mayo del 68, al prohibirlo todo, me parece que es despreciar la inteligencia de la gente para decidir qué debe ver y qué no, qué debe consumir y qué no, cómo debe divertirse y cómo no.