El hecho de que Santiago Carrillo haya alcanzado la longevidad no es razón suficiente para proclamar las virtudes del tabaco pese a que el hijo predilecto de la Ciudad de Gijón lleve noventa años echando humo como una locomotora. Fumar puede provocar cáncer, impotencia, EPOC y otras dolencias. Pero ya aburre el ansia prohibidora de un ejecutivo de frustrante paternalismo que no ha sabido preservar el poder adquisitivo de sus gobernados ni proteger las pensiones de sus jubilados ni garantizar el derecho al trabajo de sus administrados ni luchar contra una crisis que no previó y que le devora como Saturno a sus hijos. Este Gobierno, tras retorcerse en dolores de parto entre su ideología o los mercados y optar por estos, no soluciona casi nada pero veta mucho. Veta debates parlamentarios y cosas --malas, por supuesto--, no vayan a decirle que no hace nada. Fracasado de momento su intento de prohibir descargas y cerrar páginas se consuela cebándose con el tabaco, que es lo moderno y correcto. Fumar en demasía es malo como también lo es el exceso de alcohol, grasas, sal, azúcar, sol, ejercicio, televisión, y de cualquier cosa que a usted se le ocurra. ¿Prohibimos ahora las copas, los dulces, la playa o Tele Cinco, por terrible que sea esta cadena para la salud mental? Hoy se insiste en el peligro que corren los trabajadores de hostelería, fumadores pasivos, pero mucho más peligroso es ser minero, bombero o soldado en Afganistán. La imaginación de los restauradores llena las ciudades de terrazas invernales con setas caloríficas para los amantes de la nicotina, pero visto que la ley que obligó a reformar locales ya no vale, ¿quién garantiza que dentro de poco el exceso prohibitivo y protector no dé una nueva vuelta de tuerca? Aunque lo peor del episodio es esa ministra de Sanidad animando a los españoles a denunciarse unos a otros con la aclaración tranquilizadora de que las denuncias son anónimas. ¿Les parece baladí la llamada mesiánica a los acusicas sin rostro? Pues ese fue el método sencillo pero eficaz de la Santa Inquisición.