WDw el mismo modo que el general Franco juzgaba por delito de rebelión a los militares fieles a la República, el Estado de Israel lleva varios días intentando hacer creer al resto del mundo que los que actuaron en defensa propia fueron los asaltantes de la flotilla que intentaba romper el cerco de Gaza, y no los asaltados, que no llevaban ningún tipo de armas. Como para entender que solo se pueden defender los que son atacados no hace falta ni simpatizar con la causa palestina ni ser antisionista, sino simplemente aplicar un razonamiento lógico, la propaganda israelí no ha tenido hasta el momento mucho éxito.

Y es que es difícil convencer a la gente cuando se utilizan argumentos que, más que otra cosa, causan asombro e incredulidad, como los que usa el embajador de Israel en España, en la entrevista publicada ayer en estas mismas páginas, en la que, con una dosis de cinismo difícilmente parangonable, compara los nueve muertos en el asalto a los que se producen un fin de semana en España a causa de los accidentes de tráfico.

Esa falta de sintonía con los argumentos de Israel, el clamor internacional que ha desatado el desproporcionado abordaje de la flotilla humanitaria, atañe sobre todo a la opinión pública mundial. Otra cosa son las reacciones de la llamada comunidad internacional, que no han pasado de tibias condenas o de declaraciones destinadas a olvidarse a la menor ocasión. ¿Cómo hay que interpretar, si no, que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas haya sido incapaz de condenar expresamente la actuación del Gobierno y del Ejército israelí en una declaración que solo se refiere a los "actos de los que resultó la pérdida de al menos 10 civiles y muchos heridos"? Ni siquiera se sabe quién hará la investigación "inmediata, imparcial. creíble y transparente" que demanda, retóricamente, la ONU. EEUU se niega a descartar que sea el propio Israel quien dirija la investigación, pese a los múltiples precedentes de investigaciones internas en las que el Ejército queda siempre exculpado de actuaciones similares en Gaza o Cisjordania.

La decepción que ha suscitado en buena parte de la opinión pública internacional la débil reacción de la Casa Blanca es otra de las amargas enseñanzas de esta crisis. Pese a las esperanzas despertadas en su momento por Obama, particularmente con su discurso de El Cairo dirigido al mundo musulmán y con su implicación en el conflicto de Oriente Próximo, lo cierto es que Binyamin Netanyahu, que ya saboteó los acuerdos de Oslo en su anterior mandato, está ganando esta partida por amplio margen. Al menos gana tiempo, que para Israel siempre ha sido una victoria que ha sabido manejar con inteligencia: la victoria de los hechos consumados.