TLta entrevista mantenida en la Moncloa por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy , con el presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas , fue, desde el apretón de manos inicial, uno de los encuentros más escrutados, diseccionados y analizados de la historia reciente.

Todo el mundo sabía que en la reunión no iba a ocurrir casi nada. Ni Rajoy iba a moverse un milímetro de su postura de no permitir el referendo en Cataluña, ni Mas iba a apearse de su compromiso con la consulta del 9 de noviembre. Pero el miedo al llamado choque de trenes, expresión que se refiere a una no solución en la que todos nos hacemos daño, es tal que nadie quería descartar ciertos avances en medio de una situación de bloqueo político que se vive con angustia.

¿Hubo algún progreso? Ante las primeras reacciones estamos en el dilema de la botella medio llena o medio vacía. Hay quien quiere ver que en el hecho mismo del diálogo, que continuará, hay un principio de solución, y quien, al contrario, pone el acento en el inmovilismo de los dos interlocutores.

Sin embargo, a favor del optimismo hay una frase pronunciada ayer por Mas que no debería pasar inadvertida y que se refiere a la tan manida tercera vía. "Nos hemos pasado la vida proponiendo terceras vías y ahora es el Estado el que debe proponerlas. Si la propone, la estudiaremos. Pero no ha habido propuestas". Ese puede ser el punto de partida para una negociación a largo plazo, el último clavo al que asirse antes de que la tormenta lo invada todo. ¿Cuál es esa tercera vía que debería ofrecer el Estado? Evidentemente, un nuevo encaje de Cataluña en España que pasaría por una reforma de la Constitución.

Por eso Mas acierta al decir que esa propuesta solo puede venir de fuera. Los esfuerzos de Duran, Iceta, Gay de Montellà y Joan Rosell , entre otros, por levantar una tercera vía desde Cataluña son, dicho sea con todos los respetos, fuegos artificiales. La única tercera vía es la que propongan las fuerzas políticas españolas, encabezadas por el presidente del Gobierno.