El problema de los maltratadores no deja de ser actualidad por el aumento del número de víctimas de la violencia doméstica. Las autoridades piden a las mujeres que denuncien los malos tratos que sufren y les garantizan protección. El perfil del maltratador parece ser el de un hombre al que sus conciudadanos no consideran agresivo; al contrario, suele ser una persona amable, servicial y sin problemas aparentes, pero en su casa cambia radicalmente: se vuelve controlador y autoritario. Además, insulta y humilla a las mujeres como grupo y, lo peor de todo, amenaza a la suya y a sus hijos, pues advierte de que los secuestrará si su pareja lo denuncia o lo abandona.

Pese a las amenazas, algunas mujeres deciden denunciar a su maltratador, pero ¿cuál es la ayuda efectiva que se les brinda en el momento en que los hijos no son protegidos por no haber denunciado daños hacia ellos? Según la justicia, eso se arregla con un régimen de visitas controlado por mediadores en un punto de intercambio, en el que hay personal especializado teóricamente imparcial, pero que, en realidad, está más de parte del maltratador, convertido en víctima de una mujer que tiene miedo de dejarle ver a los hijos amenazados. ¿Cuántas mujeres sienten impotencia cuando, en un punto de intercambio, se les dice que terminan las visitas internas y se pasa a un régimen abierto? ¿Cómo puede una madre dejar a los hijos en manos de su expareja, que ha amenazado con llevárselos?

¿Cómo puede una madre entregar a sus hijos sin sufrir por ellos? ¿Qué debe pasar para que se proteja igual a los hijos de las mujeres que sufren malos tratos? ¿Debemos esperar a que se conviertan en víctimas para que se les dé esa protección? ¿Cree la sociedad que un maltratador lo es solo con su mujer?

Luz Rodríguez **

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