Más de 34 millones de españoles elegirán hoy consistorios y parlamentos autonómicos, aclararán si la guerra de Irak y el Prestige influyen realmente en el sentido del voto y nos darán pistas creíbles, en unos comicios convertidos en primarias, sobre si se aproxima un cambio político en España. Vamos a las urnas tras una campaña electoral que, después de unos meses de inaudita movilización, ha dejado una extraña sensación de pobreza de ideas.

Es cierto que resultaba imposible mantener la ebullición que llenó las calles con motivo de la guerra. Y que resulta desmoralizador ver cómo parte de la clase política no entendió el mensaje que se le hizo llegar, o lo desvirtúa. Pero en esta jornada la opinión pública puede reafirmar sus convicciones a través de un alto índice de participación y con el signo de su voto.

Quienes reclamaron una democracia más participativa tienen hoy, más que nunca, la obligación moral de votar. El apasionado debate político que nos implicó a todos como no sucedía desde hace muchos años, no puede quedarse en un gesto. La sociedad pidió ser escuchada. Hoy es el día en que tiene más derecho que nunca a hacerse oír. Haríamos bien utilizándolo masivamente.