Si las autoridades sanitarias se mantienen firmes en su obligación de frenar la propagación de la gripe A, tienen la gran oportunidad de modificar los hábitos de la población y eliminar de raíz las malas costumbres y otros actos incívicos. Es el momento de tomar conciencia colectiva y sacar la máquina de multar a la calle para hacer cumplir las normas de urbanidad. Ahora, al amparo de la salud pública, las administraciones están ante su gran oportunidad de convertirnos a todos, a base de sanciones ejemplares, en ciudadanos educados y respetuosos. Hay que ordenar a todas las policías --guardabosques incluidos-- la aplicación estricta de la ordenanza. Así, al igual que no hay tolerancia con los aficionados violentos en el fútbol ni con los infractores de las normas de circulación, que no la haya tampoco con la gente incívica; que se multe sin compasión, entre otros motivos, por escupir en la calle, pasear sin camisa ni camiseta, tirar al suelo todo lo que sobra después de usarlo y orinar en calles asfaltadas y aceras. Una vez nos hayamos acostumbrado a esta nueva situación de civismo nórdico, habrá que ampliar la ordenanza de urbanidad y buena educación e imponer sanciones ejemplares también a los que hacen un ruido excesivo, a los automovilistas que ponen la música a todo volumen, a los motoristas cuya moto ha perdido el silenciador, a quienes hablan a gritos, a los conductores de autobuses y camiones que no paran el motor cuando han aparcado y a las empresas con megafonía pasada de decibelios y que, encima, no se entiende nada de lo que emite. Ahora es el momento. No todo lo que cae del cielo es malo, amigo Obélix, si lo sabemos aprovechar. Solo hace falta poner manos a la obra con decisión.

Alberto Ferrando Redolar **

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