TPtiensa doña Elvira que Ofelia es una chiquilla que vino al mundo para alborotar un poco la calle. Doña Elvira es la dueña del ultramarinos de barrio en el que Ofelia trabaja. Ese ultramarinos es una tiendecita que huele un poquito a antiguo, recogida en una estrecha callejuela del barrio viejo de la ciudad. En él compran las señoras jóvenes alguna cosilla que hace falta; y el apaño del día las más ancianas. Doña Elvira para Ofelia es muy buena patrona y mejor doña , como una segunda madre.

Cuando llega la primavera, Ofelia, que cada vez que se mira al espejo se da envidia de sí misma, suele tirar de ropa algo corta en centímetros para las piernas y bastante ajustada para el talle. Por las mañanas sale de casa taconeando con mucho garbo en dirección a la tienda y despierta las adormiladas miradas de muchos varones propensos a caer en la tentación voluptuosa de recorrer con la vista lo que no pueden recorrer con las manos. Cuando Ofelia llega a la tienda, doña Elvira, al igual que hace su madre, la regaña: "Ofelita, niña, no deberías ir tan destapada, ¿no ves que vas llamando la atención". "Que no, doña Elvira, que la gente ya no se escandaliza como antes cuando una enseña las piernas", contesta Ofelia. "La gente no, pero los hombres sí", continúa doña Elvira. "No la regañes, Elvira, ¿qué va a hacer la criatura, siendo tan joven y tan guapa como es?", replica doña Pura , una de las clientas más ancianas. Ofelia se dirige a ella, la besa en una mejilla y exclama: "¡Ayyy, usted sí que es guapa, doña Pura!". Y todo queda en risas porque Ofelia es un cielo de niña, muy trabajadora, muy educada y muy cariñosa, sobre todo con las clientas más ancianas.

Doña Elvira recibe una inesperada llamada telefónica a las dos de la madrugada. Es la madre de Ofelia, le comunica con voz ahogada en llanto que a su hija han intentado violarla y está ingresada en el hospital. Que está bien físicamente, pero muy nerviosa y asustada. Que en unas horas volverán a casa, pero que, seguramente, mañana no irá a la tienda. Doña Elvira no es capaz de volver a conciliar el sueño.

A la mañana siguiente, la comidilla en la tienda es el caso Ofelia. La policía aún no ha encontrado al violador. "Con lo buena y cariñosa que es la chiquilla", dice llorando doña Pura. "Pero si es que lo de esa chica se veía venir, si parecía que iba pidiendo guerra", comenta doña Rosario. Y a doña Elvira se le caen dos lágrimas y se queda con las ganas de echarla a patadas de la tienda.

*Pintor