Madrid ha perdido por segunda vez la oportunidad de organizar unos Juegos Olímpicos, pero eso no quita para que su candidatura haya tenido la virtud, tan poco frecuente en estos tiempos, de conseguir ilusionar a todo un país y hacer que su proyecto, por su solvencia y carácter integrador, haya sido asumido por la mayor parte de los españoles. La imagen de unidad que han dado las instituciones de distinto signo político en torno al reto de las olimpiadas tiene un gran valor simbólico: el de que juntos somos más fuertes.