Pedro Sánchez ha pactado con el diablo por dormir en Moncloa. Ha puesto sus propios intereses por delante de los intereses de España (o sea, de los españoles de hoy, de ayer y de mañana). Y lo ha hecho con la complicidad de una camarilla de arribistas dentro y fuera de su partido. Pedro Sánchez ha pactado con los comunistas, con los separatistas y hasta con los filoterroristas. Esto es bien sabido. Pero Sánchez se atreve a más. Si le interesa pactará con Ciudadanos, con el PP y hasta con Vox. Que está dispuesto a pactar con Ciudadanos lo dice su propia gente. Los sanchistas no pueden desdeñar el pacto más probable (entre los posibles tras el 28 de abril). Algo es seguro: sin pacto no habrá Moncloa. Pero los otros dos pactos resultan harto improbables; no tanto por la firmeza de las convicciones del presidente (que es ninguna), sino por la firmeza de las convicciones de los otros dos candidatos (que se presume mayor).

Quienes se encargan de la campaña del sanchismo han rechazado un debate cara a cara con el candidato del PP. Pedro Sánchez se ha negado a debatir con Pablo Casado, como hubiera sido lo normal en una campaña electoral normal. Normal y limpia. Se ha negado porque prefiere que Ciudadanos engorde para ese posible y probable pacto futuro. Pedro Sánchez tiene memoria hemipléjica. Ha eludido el debate cara a cara. Lo que en la pasada campaña para él era una exigencia inexcusable entre demócratas, ahora no lo es. Ya saben, estos son mis principios y, si no les gustan, tengo otros.

Pero ha ido más allá. Ha esquivado el debate a cuatro que le proponía Televisión Española. La cadena pública, ahora en manos de Podemos, prefiere ningunear a Vox. Pero la gente del presidente le ha hecho una peineta a sus mandamases y se ha ido a una cadena privada que le permite meter a Santiago Abascal en el único debate que ha aceptado. ¿Por qué? Porque al partido sanchista le conviene que Vox tome vuelo. Porque Sánchez no tiene ideología (de eso no hay duda), ni escrúpulos (de esto tampoco, salvo que uno sea un conspicuo y, a la vez, cándido socialista).

El PSOE, con tal de dividir a sus antagonistas, con tal de ser la primera de las minorías, con tal de conservar caliente el colchón de Moncloa, alienta a la ultraderecha. Es obvio. Y palmario. Salvo que uno sea ciego o haya decido no ver. Por muchos golpes en el pecho que se den los jerarcas del sanchismo, es evidente que no se detienen en nada con tal de conservar el poder. De nada vale que la candidata socialista por Cáceres se niegue a ser fotografiada con el candidato de Vox. De nada. De pena. De no echar gota. Otra engañada por sus propias mentiras. Porque ha sido Pedro Sánchez, el máximo factótum de la política basura, el que ha pedido una foto con Santiago Abascal en un debate a cinco.

Pedro Sánchez ha hurtado a los españoles el debate, ya consolidado, entre el ocupante de la Moncloa y el aspirante a ocuparla. Lo ha hecho, como todo lo que hace, sin escrúpulos y sin remordimientos (al menos ni los unos ni los otros asoman en su rostro de cartón). Lo ha hecho al amparo del laboratorio de alquimia demoscópica del brujo Tezanos y de la excusa de un «debate más rico y plural». Pero haciéndolo, Sánchez da alas a Vox. Y lo malo no es eso, lo malo es que, una vez más, por enésima vez, el presidente de gobierno nos miente.