El lamentable episodio vivido en Ponferrada constituye la gota que ha hecho desbordar la inquietud en las filas del PSOE, cuyos planteamientos y liderazgo se trasladan con dificultad a una ciudadanía ávida de salidas a la crisis menos dolorosas y más repartidas. Como principal partido de la oposición, el PSOE no puede acomodarse a que la balanza electoral se acabe decantando hacia su lado porque en el sistema bipartidista la alternancia llega siempre.

Al contrario, los socialistas deben estar a la altura de este brete de la historia y ejercitar la democracia interna en su búsqueda no solo de proyectos sino también de personas que se pongan al frente de ellos. La diversidad de opiniones y de propuestas no puede proyectarse, como sucede ahora, como la falta de la fortaleza necesaria para reflexionar sobre las necesidades de la ciudadanía y de la base misma del partido y elegir luego un camino para presentarse a las urnas.

Transcurrido más de un año del congreso de Sevilla, los hechos parecen confirmar la necesidad de dar pasos lo antes posible para situarse en posición de construir esa alternativa que los sondeos no vislumbran. Ante el desencanto y la negativa percepción ciudadana sobre los partidos, el PSOE debe reaccionar para ponerse al frente de la esperanza con mensajes inteligibles para todo el mundo y emprender el desguace del clásico funcionamiento y concepto de partido. Así se ve ahora frente a un imperativo general de otras formas y contenidos políticos.