No creo que a todos los socialistas extremeños les guste este gobierno, como tampoco creo que sea de su agrado el propio Pedro Sánchez protagonizando aquello de que ‘donde dije digo, digo Diego’, pero llegados a este punto no les queda otra que tirar para adelante. Muy pocos de los que conozco quieren andar en comandita con Podemos, mucho menos ver a Pablo Iglesias con mando en plaza sentado en el consejo de ministros y ministras. Y ninguno de ellos acepta a los independentistas llevando a cabo exigencias que resquebrajen las costuras del Estado. Pero la ideología y la fidelidad a las siglas obliga a bajar la cabeza, esperar tiempos mejores y a veces hasta defender lo indefendible. Que las hojas del calendario curen los enfados de la gente y que las acciones puestas en marcha en los próximos meses, aquellas que dicen que van a tener un gran calado social, tapen las vergüenzas o, al menos, hagan olvidar todos los agravios.

Guillermo Fernández Vara y los suyos han tenido que campear el terremoto vivido en Madrid estos días. Han apelado a la responsabilidad de no tener que repetir las elecciones. Han justificado que nos enfrentamos a una situación nueva donde hay que alcanzar gobiernos de coalición dado que no hay mayorías que permitan otras opciones. Han apostado por el diálogo para conseguir que los independentistas se sientan parte de un proyecto colectivo llamado España como dicen. Pero saben que el plato finalmente cocinado tiene muchos riesgos, que si se tuercen las cosas y la crisis estalla, sea en Cataluña, sea en el seno del propio gobierno de coalición, las consecuencias se van a vivir en todos los territorios y eso conlleva también Extremadura donde el PSOE vive una situación de privilegio con una mayoría absoluta casi recién estrenada.

En el PSOE de aquí están expectantes y también un tanto preocupados. Se enfrentan a lo desconocido y no saben si quien está al timón va a ser capaz de llevar la nave a buen puerto con tanta tripulación combinada, 23 ministros, y tanto oleaje en una legislatura que ya de por sí se prevé corta y ajustada. Que hubiera sido mejor un gobierno en solitario nadie lo duda, que se hubiera preferido no tener que prestarse a los devaneos de Esquerra, donde su portavoz dijo aquello de que le importaba un comino la gobernabilidad del país, es más que evidente. Que mejor no tener que tragarse el sapo del discursito de Bildu sin rechistar, nadie lo niega. Porque las tragaderas han sido gordas, pero como dice un amigo ‘con estos bueyes hay que arar’ y, en consecuencia, lo mejor es tirar para adelante y hacer el recorrido lo antes posible.

Lo cierto es que la derecha ha cogido alas. Este gobierno de coalición le viene a las mil maravillas a la estrategia del PP. No había hasta ahora demasiados flancos por donde atacar al PSOE extremeño y ya han encontrado uno. Se llama «Pedro Sánchez y su gobierno bolivariano apoyado por separatistas y proetarras». Esta idea va a perseguir a los socialistas toda la legislatura y en Extremadura también viendo como su jefe, Guillermo Fernández Vara, no ha tenido más remedio que apoyarlo desde su baronía cuando su imagen de siempre ha sido otra, más de centro, más españolista, más contestataria.

Las declaraciones de Monago de los últimos días, criticando las contradicciones a su juicio de Vara y planteando hasta una concentración de alcaldes y cargos electos a las puertas de la Presidencia de la Junta dice mucho a favor de esta nueva estrategia que apela a los sentimientos patrios, como también la presentación de mociones en todos los ayuntamientos para rechazar los pactos de investidura de Pedro Sánchez con ERC y Bildu y generar, dicen, «la fractura de las dos Españas». Solo buscan sacarle los colores a un PSOE extremeño caracterizado desde los tiempos de Ibarra por su apego a España y su lealtad a la Constitución.

No se sabe qué efectividad va a tener el PP con esta estrategia basada en un sentimiento patrio del que se ha adueñado Vox hace ya tiempo, pero lo cierto y real es que mucho tiene que hacer el nuevo gobierno para levantar la mala imagen que ha asentado sobre él. Y no se trata de hacer una guerra de trincheras ni de abrir viejas rencillas de fachas y rojos más propias de otra época, se trata de demostrar que el gobierno, a pesar de conjurar dos partidos, a pesar de tener que fraguar un pacto con un partido cuyo objetivo es salirse de España, va a hacer que las cosas funcionen y va a conseguir que este país siga adelante cosechando una nueva etapa de bienestar. Que el tiempo quite o dé la razón a quienes predicen una cosa o lo contrario. Hay para todos los gustos.