El Partido Socialista de Cataluña (PSC), sus aliados en la Generalitat catalana y CiU siguen empecinados en hacer ver al PSOE y a Zapatero que no cederán un ápice en su insolidaria reivindicación de que se aplique en su totalidad el nuevo Estatut y en particular las normas que regulan otro modelo de financiación autonómica. El cruce de descalificaciones entre el presidente catalán, José Montilla, la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y el consejero catalán Castells, después de que no hubiera acuerdo antes de la fecha establecida por el Estatut (el 9 de agosto), ha sido lamentable y resulta inédito entre correligionarios de dos partidos hermanos. La posibilidad de que los 25 diputados que el PSC tiene en el Congreso contribuyan con su voto a tumbar los Presupuestos del Estado para el 2009 era algo inconcebible hace unas semanas pero a día de hoy no es utópico pensar en ello. De materializarse la amenaza, las consecuencias de la fractura provocada desde Cataluña en la familia socialista podrían ser devastadoras. Habrá que ver si Montilla, que suma a su cargo de presidente el de primer secretario del PSC, mantiene su órdago hasta el final, pero los socialistas catalanes parece que no quieren supeditar el éxito de su gobernanza de Cataluña a la lealtad al PSOE. En este debate, los socialistas catalanes están cometiendo los errores de no querer escuchar a la otra parte --el Gobierno y el resto de autonomías-- y de no asumir que no tienen la razón absoluta. Es de sabios escuchar y negociar las discrepancias.