Dramaturgo

Siempre me han atraído los creativos publicitarios. Es más, creo que mi auténtica vocación (además de la de cantar a Badajoz y a sus virtudes) es la de parir eslóganes para vender cosas. Ya de niño alucinaba a mis familiares con frases de impacto del estilo: "El aceite de ricino me revuelve el intestino" o "El hermano Agapito siempre anda tocándonos el silbato". Luego, de mayor, el alucinado fui yo cuando asistí al alumbramiento en la oficina de mi amigo Rafa García Plata, de una de las frases publicitarias más acertadas que he conocido: "Ven a Zafra, tendrás mucho ganado". Y ahora, cuando la publicidad se ha vuelto más agresiva y transgresora, acabo de alucinar con frases que se están implantando al rebufo de los acontecimientos sociales: "Compre y lea autores extremeños, sus esposas pueden llegar a ser reinas" o "Se acabó el ¡a vé! resignado, llegó el AVE acelerado". Gilipolleces, como podrán comprobar que pueden hacerse célebres como se han hecho el "dame la manita pepeluí", el "soy edu, feliz navidad" o el "po zí".

La publicidad, ese mundo en el que una frase puede hacer millonario a alguien, no por lo que venda sino por lo que anuncie, tiene un futuro extraordinario y una ética más extraordinaria aún. ¿Hay chapapote en Galicia? ¡no! porque lo dice una campaña publicitaria en la que hasta los ministros, que tardaron en recogerlo, dicen que lo han recogido todo (los percebes no hablan y los que opinan lo contrario son como los percebes). ¿Hay guerra en Irak? ¡no! porque lo dice el Gobierno y para ello se ha diseñado una campaña de publicidad en la que hablan los percebes (que como se sabe, no hablan y no saben lo que dicen) de haber algo en Irak serán restos, pequeños, de chapapote.