No es preciso especular más sobre las elecciones, si las habrá o no. Cualquiera que no haya terminado por perder el interés --léase la paciencia-- por la política y sus protagonistas en estos casi cuatro meses desde el 20-D y, especialmente en la última semana, está en condiciones de afirmar que habrá elecciones. No porque Pedro Sánchez llore: "Pablo me ha engañado". Ni porque Pablo Iglesias se rebele --y revele, ay--: "Han intentado domesticarnos". Sánchez e Iglesias , en todo caso, reconocen lo que son, lo que han sido. Uno, un ingenuo. El otro... ¿qué ha sido, qué es el otro? Habrá que deducirlo del verbo, domesticar.

Habrá elecciones porque Albert Rivera no va a negociar con Mariano Rajoy , por un lado, y porque Sánchez , por otro, cometería una estupidez si dejase a Iglesias solo en la oposición. Es verdad que Rivera aún está a tiempo de brindar al PP cierta mayoría parlamentaria, pero siempre que Rajoy no figure, no esté, no sea siquiera mentado. Es decir, siempre que el PP, un nuevo PP, otro PP, aplique a Rajoy la fórmula que el propio Rajoy ha aplicado a los suyos cuando había que ignorarlos, dándolos así por apartados: "Ese señor del que usted me habla...". El problema es que ha sido solo eso, una fórmula, un modo de echarlos sin echarlos.

¿Y Sánchez ? ¿Dejaría Sánchez que Iglesias se convirtiera no ya en la única oposición de izquierdas sino en la única oposición a secas, como ocurriría si Sánchez accediera a la coalición de Populares-Socialistas-Ciudadanos que propone Rajoy ? Ciertamente, de la desesperación de Sánchez se puede esperar cualquier cosa, incluso que acepte ser vicepresidente del Gobierno. Lo que no cabe esperar es que olvide que Iglesias , cada vez que se le ha acercado, ha sido para: 1) diseñarle el Gobierno, 2) decirle cómo debe negociar y 3) dejarle con la palabra en la boca. ¿Y hay dignidad que soporte tres humillaciones seguidas?

Ni Pedro Sánchez ni Albert Rivera van a evitar el 26-J, pudiendo. Podrá reprochárseles lo que pase hasta entonces, nada menos que otra campaña electoral, pero no lo que pase después, que será lo mismo y decidido por los mismos. No ha podido ser.