Los clásicos decían que lo que se hace ordinario, se envilece, aunque sea bueno. Díganme, si es malo: Hace unos días, una noticia nos golpeaba el alma, pues unos individuos se habían llevado de la Cruz Roja de Plasencia 1.200 kilos de alimentos, que guardaba como oro en paño para paliar el hambre de muchos. Horas después, la policía los capturaba. El diccionario carece de adjetivos que califique adecuadamente la truculenta película. Empero, salvo la descalificación mediática y de algún sector social, la mísera fechoría se ha perdido en la nebulosa del acontecer diario.

Quizás nos estemos haciendo impasibles ante tantos problemas, como el paro desbordante, la carga amoral envolvente y la corruptela diaria en medio de un creciente malestar, en que se piden más controles para evitar tales atropellos. Y yo me pregunto: "¿Hasta dónde va a llegar esta situación?". La respuesta puede deparar insospechados escenarios, en que será harto difícil poner diques a ciertas barbaridades que superan lo más sorprendente, siendo estéril el remedio que, en ocasiones, se arbitra.

Sin embargo, nada ni nadie van a arrumbar los valores de la honestidad y solidaridad, la hombría de bien y cuanto pueda facilitar la paz y la armonía, lejos de esa detestable actuación a que puede llegar la villanía humana. Pues, ¿cómo fue posible la depravación de arrebatar los alimentos destinados a saciar el hambre de tantos pobres? No obstante, la mano de Dios llegó en su socorro con tal celeridad que pareció inspirar a la policía que presto capturó a los ladrones, que deben responder ante una expedita y contundente justicia.

Es descabellado pensar que la fechoría fuera producto del hambre de estos sujetos, pues la hipótesis más coherente es que buscarían los dineros de la venta del género sustraído. ¿Es que estamos ante un ¡sálvese quién pueda!?". Es urgente dar un golpe de timón para que la sociedad no se nos vaya de las manos. Todos estamos incursos en generar antídotos que propicien una vida humana más solidaria y decente. Defendamos, especialmente, a cuantos la crisis ha convertido en parias de una sociedad egoísta. Y que lo pasado haya sido un mal sueño, pues, por contra, cada uno defenderá sus intereses, sin mirar al que tiene al lado en total y triste precariedad. Porque robar a los pobres sólo puede salir de mentes enfermas.