Extremadura ha salido otra vez en las televisiones como si fuera una tierra subdesarrollada en la que pasan cosas que no pasan en otras partes de España. En esta ocasión ha sido porque en el partido de fútbol de Tercera División jugado el pasado domingo en Almendralejo entre el Extremadura UD y el CD Badajoz, el futbolista pacense Emilio Pinto se lesionó de gravedad, era preciso sacarlo del terreno de juego en las mejores condiciones posibles para su seguridad y, a falta de una camilla sanitaria en la que ser evacuado, al segundo entrenador del Extremadura se le ocurrió utilizar una puerta del vestuario. La imagen de la puerta haciendo de camilla ha dado la vuelta a España.

A nadie se le ha ocurrido pensar que las normas no obligan, ni en Extremadura ni en ninguna otra parte de España, a que haya un equipamiento sanitario en un campo de fútbol donde se juega un partido de Tercera más allá de un botiquín, con lo que la falta de camilla podría haber tenido lugar en el barrio más lujoso de la ciudad más desarrollada de nuestro país. El problema fue precisamente que a alguien se le ocurrió una solución para hacer un traslado en condiciones: utilizar una puerta. Pero esto no lo menciona nadie. Cuando se está acostumbrado a mirar el dedo, es difícil percatarse de que, más allá del dedo, está la luna.