En el imprescindible documental "Inside Job", de 2010, se describe con precisión cirujana y ácido sarcasmo (pero inusitadamente amable) los complejos mecanismos que dieron origen a la actual gran crisis financiera. De hecho, si no han visto esta película, dejen de leer estas líneas y corran ahora mismo a comprarla, alquilarla, o lo que quieran --(¿descargarla?) bueno, que no me acusen a mí de incitar a la piratería-- pues es un documento impagable, una guía primera clase para entender el estado actual de las economías occidentales. No se arrepentirán, será tiempo ganado, seguro. Pero si van bien de tiempo, tampoco dejen ya la lectura...

El documental se centra en cómo se gestó la gran burbuja financiera en Wall Street pero empezando por el trágico ejemplo que representó Islandia. La tranquila isla, con una sociedad ordenada al estilo escandinavo, sin graves sobresaltos sociales y políticos, y con un sistema financiero limitado, reducido a un puñado (pequeño) entidades financieras, se vio envuelta en el vórtice de una crisis financiera que se aferró con invisibles garras en las entrañas del país. En pocos meses, miles de islandeses vieron sus ahorros desvanecerse por la caída de unos bancos que habían multiplicado durante la "década exuberante" sus balances de una forma irracional. Basados en la absurda creencia de un crecimiento perpetuo e irreversible ¿Y no se pudo evitar desde los reguladores públicos una situación tan artificial que --por fuerza-- habría de detectarse por especialistas?

Hay una escena descrita por unos de los entrevistados que sorprende por lo que encierra su aparente simplicidad. Cuando los inspectores públicos llegaban a los bancos a realizar su labor revisora, se encontraban con una muralla conformada por equipos de abogados al servicio del banco. Si aún así algunos de los inspectores se armaba de coraje, paciencia y superaba la maraña administrativa que ideaban los sicarios legales de la entidad, se enfrentaba (con una espada de madera por toda defensa) al banco recibiendo habitualmente por respuesta... !una oferta laboral¡ Para muchos de ellos, funcionarios de sueldo más que digno pero frugal, un mareante soborno en forma de nómina con mayores dígitos era difícil de rechazar. La condición humana, oiga.

El paso de lo público a lo privado y viceversa siempre ha sido un debate demasiado atrayente para argumentos demagógicos u oportunista. Puesto en su punto justo es evidente que, de hacerse, deben respetarse unos principios mínimos. Una coherencia que no impida el uso pero sí el abuso de lo aprendido (no "aprehendido", que os veo venir). Sobre todo, del que ha obtenido los conocimientos, influencia y control de quién gestiona o atiende recursos públicos. Y, claro, tampoco es lo mismo que un administrativo de una Consejería se vaya a una empresa mediana a que un Ministro se siente en el consejo de administración de una cotizada. Curiosamente (¿?) abundan los malabaristas en el segundo grupo...

DE HECHO, Europa contempla horrorizada el uso de estas "puertas giratorias" en España. Desde Bruselas pretenden regular el uso de esas "revolving doors" tan usual en España, a cuento del paso del Director General del Banco de España a la patronal bancaria. Pero no se piensen que siempre es del sector público al privado: hace poco se produjo el (escandaloso) nombramiento para la Sala del Tribunal Supremo encargada de preferentes y otros productos bancarios complejos al ex jefe de asesoría jurídica de Caixabank. ¿Cómo era aquello de poner a quién a cuidar de las ovejas?

Lamentablemente esto es un laissez faire tan consolidado en España que auguro que no será tarea fácil para Europa. Porque, no seamos ingenuos, la tentación del poder económico en influir en el control político siempre existirá. Como lo hará el legítimo interés financiero de cada uno.

Pero de ahí a asumir como parte del juego lo que es claramente una anomalía hay una enorme distancia. Que se salta impunemente además los más elementales principios democráticos de transparencia y defensa de los intereses públicos. Nada tengo en contra de que un político abandone un cargo para volver a la actividad, digamos, civil. Pero a menudo parece que quien entra en el sector público desde la política aspira a vivir de ésta hasta que la misma le proporcione un nuevo método de vida... A esos (muchos) las puertas que me gustaría enseñarles no son las giratorias precisamente. Exit.