Expresidente de la Comunidad de Madrid

La Constitución otorga a los partidos una altísima responsabilidad y cualquier avance en la calidad de la democracia pasa por mejorar el funcionamiento de esto. Desde este punto de vista, el escándalo ocurrido en Madrid, en cuyo Parlamento regional dos diputados del PSOE han decidido separarse de su grupo parlamentario y actuar por su cuenta, pone sobre la mesa un gran problema.

Es un clamor que estos individuos se han corrompido y la puñalada por la espalda que ha recibido el PSOE es terrible. La indignación de los ciudadanos va dirigida directamente contra estos corruptos, pero también contra quienes los metieron en la lista electoral.

En el sistema político español, una vez elegido, el acta de diputado no pertenece al partido, sino a la persona. Así lo señala la Constitución, y cualquier expropiación que se pudiera pensar en hacer traería consecuencias más indeseables que las que se pretenden evitar. Por lo tanto, los partidos han de tomarse muy en serio la elaboración de sus listas, pues se juegan en ello su propio prestigio y el de todo el sistema.

¿Lo hacen? Se suele argumentar pro domo sua que si a Cristo, que hizo una lista de 12, le falló el 8,3% (Judas), cómo se les puede pedir más a ellos. Al fin y al cabo, en este caso concreto, al PSOE sólo le ha fallado el 4,4% (2 sobre 47). El argumento, desde luego, es débil y la responsabilidad alta, pues la democracia es el sistema de la responsabilidad.

Los sistemas de selección de personal que utilizan los partidos se han venido degradando de forma notable desde 1977, nadie lo niega, y de la búsqueda de personas socialmente prestigiosas para incluirlas en las listas, que se evidenció en aquellas primeras elecciones, se ha ido pasando hacia un sistema de selección en el cual prima cada vez más el silencio de los corderos y no las voces con fuste. La proximidad a los aparatos frente al "mérito y la capacidad" que señala el texto de la Constitución; en fin, los equilibrios internos en lugar de la capacidad política e intelectual.

En este caso concreto (todo Madrid lo sabe y de poco sirve ocultarlo) esta pareja de corruptos tenía algunos antecedentes internos sospechosos. Ambos pertenecen a un grupito liderado por un turbio personaje dedicado al mercadeo sindicado de votos que, en no pocos casos, ha logrado inclinar la balanza del lado que le convenía en elecciones internas. Para más inri, estas prácticas, a las que se superpone una trama empresarial, estaban siendo investigadas por la Comisión de Etica del PSOE. Pues, a pesar de todo, se les incluyó en la lista.

En todo caso, este desagradable asunto no afecta sólo al PSOE. ¿Por qué? En primer y principal lugar, porque todo el sistema democrático se sostiene sobre el principio de autonomía política, y esta autonomía se refiere, sobre todo, al poder económico. Si se admite, si se transige, si se permite que la voluntad expresada en las urnas sea torcida mediante el dinero, estaremos cavando nuestra tumba. Todos los partidos tienen la obligación de impedir que eso se produzca.

Desde un punto de vista jurídico, en la Comunidad de Madrid, tras la fuga, el partido con más diputados sigue siendo el PP (55 diputados) y la suma de PSOE más IU se queda con 54, mientras los dos corruptos están en el Grupo Mixto. Si en estas circunstancias el PP decide formar gobierno tendrá que contar con la anuencia de estos dos individuos, lo cual es gravemente incómodo, pero lo mismo les ocurre al PSOE e IU, con la diferencia de que esos dos votos, hoy en el alero, son suyos en origen. Pero también existe otra salida: la no formación de ningún gobierno y, transcurridos dos meses, la autodisolución de la Cámara y la inmediata convocatoria de nuevas elecciones.

Esta última salida es formalmente correcta, pero políticamente resulta ventajista, pues a nadie se le oculta que la frustración y el cabreo que esta movida ha provocado en el electorado de izquierda es de mucho mayor tamaño que los que puedan tener los votantes de derechas. Puestas así las cosas, el forzar nuevas elecciones, como parece acariciar el PP, no es otra cosa que juego sucio, se vista con los ropajes con los que se vista.