A ver, por ser de izquierdas no hay que ir con una nube de moscas en la cabeza, es decir, no hay razón para renunciar a perfumes caros, trajes de sastre o vinos imposibles. Por lo que a mí respecta, y me respecta mucho, la izquierda no está reñida con el lujo, o no debería, como no está reñida con nombres de muchos apellidos ni con placeres de muchas cifras. ¿A qué, entonces, el escándalo por el chalet del líder del partido Podemos? Si puede pagar la hipoteca, ¿qué se lo impide?

Ah, sí, un código ético según el cual no se trata de hacer voto de pobreza ni de vivir en cuevas, pero sí de coherencia. Y la coherencia consiste en vivir de igual modo que la gente a la que el partido de Pablo Iglesias representa. Desde luego que no todo el mundo puede vivir en un chalet de 600.000 euros, ni puede permitirse una hipoteca de 1.600 euros al mes. Lo dice el propio Iglesias: «Muchas familias españolas, incluso con dos sueldos, no pueden permitirse una hipoteca así». Ahora bien, ¿qué ocurre si hay una familia que sí puede? Pues que no puede ser una familia de izquierdas.

Ciertamente, Iglesias ha cometido dos errores: apelar a la vulneración de la privacidad, por un lado, cuando él mismo anunció que va a ser padre de dos hijos, como si fuera relevante, y, por otro, criticar al ministro Luis de Guindos por comprarse un ático del mismo precio que su chalet en Galapagar, preguntando a los ciudadanos y al Parlamento si entregarían la política económica del país a quien se gasta 600.000 euros en un ático de lujo. El anuncio de la paternidad era el anuncio del chalet, un modo de justificarlo, y la crítica a De Guindos, puro populismo.

Pero lo más conmovedor de todo es que no se trata de coherencia, sino de estética. En el partido Podemos consideran que hay que mirarse en Marcelino Camacho o en Julio Anguita, no en José María Aznar, porque siempre han defendido parecerse a la gente común. Es lo estético. En fin, que si Iglesias llega un día a ser presidente del Gobierno, nada de vivir en La Moncloa. Mejor debajo del Puente de Vallecas. Y, de ser posible, con una nube de moscas en la cabeza. Es más estético.