Marco me ha regalado sus puros. Así, de entrada, no parece un gran tema para quemar el papel de hoy. Tenía previsto, ¡vive Dios!, escribir sobre los expertos. Los de la pandemia. Los que asesoran al Gobierno. Pero iba muy corto de palabras. Pensé que al director quizá no le pareciera bien una columna huérfana de palabras. Cero expertos. Cero palabras. Un espacio en blanco. Algo así como un silencio de radio. Un espacio en blanco que en televisión sería un fundido a negro. Los expertos. La lista. Más que un artículo, una viñeta. Nada. Nada mejor que nada para decir nada. La lista… En esas calenturas andaba cuando una caja de puros vino en mi rescate.

Los puros de Marco. A Copito, David, más que los muchos goles que marcó (con minúscula y acento en la o), más que los goles (y mira que marcó muchos), pasado el tiempo, le agradezco los puros que me regaló. Una caja casi llena de puros de aquí y de allá. De aluvión. Secos como se espera que puedan estar unos puros cuando el verano les sorprende en La Torre de Miguel Sesmero. De secos a sequísimos. Han pasado años y sigo agradeciéndoselo. Así como ahora se lo agradezco a Marco.

No sé de qué escribir, dije yo. Escribe sobre los puros, dijo Rosa. Rosa cuida a Marco. Y, de paso, se gana el cielo. Al menos un trocito (con vistas a un mar de plata). Marco sigue enfermo de ELA. Y cada vez está un poquito peor. Cada vez que paso a visitarle en su castillo sitiado le veo mejor (de ánimo). De lo demás, peor. Peldaño a peldaño camino de un sótano oscuro. Y me aprieta. Y no sé si reír o llorar. Quisiera hacerle reír… Por dentro. Por fuera ya no ríe. Ahora escribe con los ojos en un ordenador de colores. En el alfabeto de fuego de sus pupilas están escritas las palabras enteras de su epopeya. La epopeya de vivir por dentro, asediado, cercado. Asediado por el desaliento, cercado por el dolor. Y, sin embargo, en perpetua resistencia. Y en eso, cuando yo le hablaba del partido del domingo, de que no fumé, de que está prohibido, de que me aburrí, de que me acuerdo las medias compartidas… en eso, levantando un huracán de aire limpio, me regaló, a golpe de iris, los puros. Un porroncito. De aquí y de allá… “Enlace Inmaculada y Diego 16-3-91”. “ANEJA Promoc. 1978 Noviembre 2004”. “Enlace Marco y Rosa 26-8-2000”… A quemarropa... Rosa y Marco acaban de celebrar veinte años…

Ahora, mientras esto escribo, recuerdo. Años atrás, él y yo, antes del partido, solíamos brindar con brandy, casi a escondidas, en la oficinita del club. Han sido los mejores brindis de mi vida. Luego encendíamos un puro. He tenido en los años que he vivido cierta reverencia por los habanos. Por el viaje de ida y vuelta a la España de ultramar. Por lo que significan. Por lo que enseñan. Por lo que recuerdan… A Marco le aficioné yo. Marco nunca me ha fallado. A Marco le he fallado yo. Tal vez... Pero hoy, en un recodo amargo del camino, me ha regalado los puros que ya no se fumará. Puede que yo tampoco me los fume. Puede. Lo único seguro es que en esos puros está escrita una amistad de las que duelen a la altura del corazón. Y me pareció un buen tema para quemar este pedacito de papel, este papel de periódico, que si late, hoy late por él.

Alabado sea Dios. Benditas las almas que Él acuna. En el camino, Marco, ¡ultreia! Más allá, donde los mares de plata.