TEtl verano, y particularmente agosto, supone para mí un refugio alejado de la ciudad y la contaminación, una época para el descanso, la lectura, el relax, el acopio de fuerzas, la vitamina A+D y el olvido de los malos rollos. Una temporada idónea para las sonrisas, las burbujas, el dormir hasta las tantas, el deporte cómplice y la condena al olvido de todo lo aprendido o sufrido durante once meses. Un espacio de teléfono sin cobertura y errores en internet. Cines de verano a cuatro euros y uno más si alquilas el cojín, bajo la noche estrellada y con el pelo mojado, ideales para degustar a la par películas infumables que se antojan trepidantes y bocadillos calientes de bacon con queso y cebolla frita. Mientras vuelvo a casa como cuando era chica con la lengua llena de llaguitas y la tripa de pipas Facundo, bendigo mi suerte y compadezco de corazón a las famosas de este mundo, mujeres de carne y hueso a quienes los medios tornan en figuras novelescas como lejanos entes de ficción. Veo a Michelle , hermosa y enorme que quizá aspirara a unas vacaciones exóticas y tranquilas y no ha disfrutado ni un segundo de descanso. Veo a Letizia escuálida, transparente y tensa, sobre todo tensa, que quizá aspirara a un breve asueto en soledad. Ambas han suscitado estos días halagos, críticas y envidia. Yo las compadezco por casi todo. Por su falta de privacidad, sus guardaespaldas, sus responsabilidades y la vida que les toca vivir, pese al poder o al dinero. Y recuerdo entre todos los clásicos al poeta Fray Luis cuando inmortalizara aquello de "¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido!". No es que yo me considere particularmente sabia pero fíjense si no y ya que hablamos de mujeres, en el particular calvario estival de la simpática y eficaz Trinidad Jiménez , a la que su jefe ha impedido disfrutar de un agosto como Dios manda y la ha lanzado a los leones por esa obsesión tan suya --o del poeta Castro cuando inmortalizara aquello de "tonto de los cojones"-- de ganar a Aguirre en Madrid. Responsabilidades del cargo. ¡Qué horror!