La única forma honesta de acercarse a lo ocurrido en Madrid es imaginar, entre los muertos a tu hijo, a tu padre, a tu hermano; multiplicar ese infinito dolor por el número de víctimas, familiares, amigos; adivinar todo lo que esa inmensidad de personas destrozadas física o moralmente dejarán ya de hacer; corroerse las entrañas con los recuerdos y las preguntas que cada día les asolarán; contar junto a viudas y huérfanos los días hasta su muerte; asumir que incluso tus propias ideas agonizan contigo. Es previsible que ya nada será igual en nuestro país; que hoy, 14 de marzo, asistiremos a una participación electoral sin precedentes; que la manipulación política irá perdiendo pudor conforme pasen los días; que España pudiera estar agonizando en cualquier hospital de Madrid. Como creyente, creo en lo que quiero creer. Creo que debo transmitirles mi ternura y mi apoyo a los que han sufrido. Creo que debo desear a los que han hecho esta acción que, ojalá muy pronto, puedan devolver ese dolor que obteníamos calculando horrores y que de esta forma Dios pueda perdonarles lo que yo no puedo.

JOSE MIGUEL FERNANDEZ MASTRO. Cáceres