Cuentan de un aragonés que, reflexionando sobre quién mandaba en su casa, afirmaba: "Si tu mujer te dice que te tires por esa ventana, pide a Dios que esté bajica". A la vista de las repetidas huelgas de los sindicatos franceses contra la anunciada reforma del sistema de pensiones, pensé que al Gobierno de Sarkozy se le podía aplicar el mismo principio: si a los franceses les da por decir que no quieren la ampliación de la edad de jubilación, pues- váyase olvidando de esa reforma. Aunque esté justificada.

No sé si en nuestro país nos puede pasar algo parecido. Allí el problema se complica con las actitudes de los ciudadanos hacia su Gobierno: a la izquierda no le gustan las políticas de Sarkozy, y a la derecha no le gustan sus actitudes. Aquí las reformas chocan también con actitudes políticas, de un lado y de otro. Pero la vida es así: en una democracia, son los ciudadanos los que, al final, deciden. Claro que no lo hacen solo en las barricadas, ni en las encuestas, sino en las elecciones. Y es posible que el empeño de Sarkozy por mantener su reforma le acabe premiando con los votos de la mayoría. O no, claro.

Pero yo no quiero hablar aquí de las pensiones francesas, sino de las españolas. Y nuestro problema es muy parecido. Por eso hace falta un poco de calma a la hora de pensar acerca del problema que, nos dicen, es que las pensiones en España son insostenibles. Pero ¿qué quiere decir esto?

XLAS PENSIONESx públicas se financian con las cotizaciones sociales que pagan las empresas y los trabajadores; esos son los ingresos de los que sale, cada mes, la pensión de los jubilados. El problema es que cada año aumenta el número de jubilados, y viven durante muchos años, mientras que los empleados crecen más despacio (y en épocas de recesión decrecen) y sus salarios crecen poco. Al final, dentro de no muchos años, los ingresos de la Seguridad Social no bastarán para cubrir los pagos de las pensiones. Por eso decimos que el sistema es insostenible.

Lo que no quiere decir que un día dejemos de recibir nuestra pensión, sino que ese día el Gobierno tendrá que buscar dinero de otro sitio. ¿Menos fondos para las escuelas? ¿Reducir el sueldo a los bomberos y enfermeras? ¿Subir los impuestos? ¿O endeudarnos para pagar las pensiones? Cualquiera de esas soluciones será traumática para la sociedad española. Por eso conviene que ahora, con tiempo, vayamos pensando otras soluciones. Que las hay. Y en eso consiste la reforma de las pensiones.

Las soluciones más lógicas son alargar la edad de la jubilación (más años pagando y menos cobrando), reducir las pensiones (calcular la pensión contando con más años de cotización, o haciendo que sea un porcentaje menor del salario, por ejemplo) o aumentar las cotizaciones sociales (lo que no parece aconsejable, en un país con una tasa de paro del 20%). Y hay otras soluciones, menos eficaces, sin excluir las mencionadas más arriba: reducir otros gastos, financiar parte de las pensiones con otros impuestos o hacerlo con deuda.

En todo caso, ya se ve que estamos ante un problema que afecta a toda la sociedad, incluyendo a los que aún no han nacido o no han llegado a la edad de trabajar, porque estamos hablando no solo de la edad en que yo me podré jubilar y la pensión que cobraré, sino de los impuestos, las deudas y los servicios públicos futuros, míos y de los que vendrán después. Claro que a mí me gustaría retirarme pronto y cobrar mucho durante muchos años. Pero, como decía el famoso torero, "lo que no pué ser, no pué ser, y además es imposible".

Y, además, sería injusto. Y ya hay muchas injusticias con nuestro actual sistema de pensiones. Supongamos que se aplica la regla, lógica y eficiente, de que la pensión se calcula con las cotizaciones sociales de toda la vida laboral de una persona. Pues bien: a nuestros jóvenes les estamos condenando a muchos años de trabajo precario, sueldos bajos, escasas oportunidades y largos periodos de desempleo, que significarán bajas pensiones futuras. Y esto no nos lo aceptarán. Y harán bien en rebelarse contra nosotros, que fuimos egoístas a la hora de arreglar nuestro problema de pensiones.

Y hay más injusticias. Por ejemplo, que una persona se pueda retirar en plena capacidad productiva, con una generosa pensión, sin contribuir a la producción. Y es que nuestro sistema favorece la jubilación anticipada, muy anticipada, con la excusa, falsa, de crear empleo para los jóvenes. Por eso, está claro, pues, que la reforma de las pensiones debe ir de la mano de la reforma laboral: son dos caras de la misma moneda.

No sé qué tienen en la cabeza los ciudadanos franceses cuando hacen sus huelgas generales contra el alargamiento de la edad de jubilación legal. En cualquier caso, no me gustaría que en nuestro país pusiésemos palos en las ruedas a reformas necesarias por razones egoístas. Somos una sociedad individualista, ya lo sé. Pero a veces uno tiene que mirar en su interior y preguntarse si nos gustaría que a nosotros nos tratasen como nosotros parece que queremos tratar a los demás.