Algo está pasando con los líderes políticos de los países democráticos. Dejo a un lado los estados sometidos a dictaduras, algunos de los cuales están en manos de militares, a veces autoproclamados generales, salvadores de la patria, etcétera. En otros casos, los dictadores mandan por herencia familiar desde hace generaciones, sin que falten las venganzas.

Hablo de los países regidos por un sistema democrático, con elecciones periódicas. No soy experto en política, y menos en política internacional, y quizá por eso no puedo explicarme qué está ocurriendo con algunos de sus presidentes. Parece que haya una crisis de mando. Con los correspondientes matices, lo que me sorprende ocurre en Francia, el Reino Unido, Alemania, Italia y España. Los líderes parece que están perdiendo confianza, prestigio, seguridad y crédito ante sus gobernados. Sucede algo parecido en Estados Unidos con Barack Obama . Es como si la adhesión a los gobernantes tuviese que durar poco.

Naturalmente, los jefes de gobierno cometen errores, o deben cargar con el error que haya podido cometer uno de los suyos. Pero, de todas formas, estas figuras de hoy en día tienen más fragilidad que sus equivalentes de otros tiempos. Recuerdo una época en la que los dirigentes políticos de un país recibían muchas críticas, pero, a pesar de ello, no daban la sensación de inestabilidad, algo que hoy es bastante corriente. Quizá es que ahora hay muchos más problemas que antes.

Angela Merkel , que parecía tener una posición muy segura, se tambalea. Silvio Berlusconi se ha convertido en el blanco de todas las burlas. Y el respeto por Nicolas Sarkozy no ha durado demasiado. Es cierto que su propuesta contra los gitanos se considera un desliz inaceptable. Algunos dicen que hace una política que no es de fiar. Ya no se trata de una justa crítica. Un sacerdote es capaz de decir que rezaba para que Sarkozy tuviera una crisis cardiaca.

José Luis Rodríguez Zapatero también se ha debilitado en poco tiempo, y no veo a Mariano Rajoy convertido en una figura política estable. Muchos líderes no logran que les dure la buena imagen. No soy capaz de dictaminar cuál es el fallo. Cada uno habrá cometido su error, pero comparten la imposibilidad de consolidarse. Quizá hay demasiados problemas, y difíciles. Quizá el teatro político tiene actores más maquillados que consistentes.