Escritora

A nadie parece preocuparle el asunto entre los responsables de las televisiones. Los niños son individuos --para colmo, cada vez menos numerosos-- sin voto y sin poder adquisitivo, que no cuentan al programar la que en tiempos era la franja horaria reservada a ellos y que ahora se ha visto invadida por programas del corazón y entrevistas. No son negocio excepto por Reyes.

Los niños no son adultos pequeños, sino quienes van a ser adultos. Y olvidar su educación --su ocio-- no es más que un modo de mostrar hasta qué punto vivimos despreocupados del futuro y de aquello que no nos afecta personalmente, aquí y ahora. Quizás, en lugar de tirar la casa por la ventana comprando, lo que deberíamos hacer es tirar directamente la TV.