THtay quien ha querido convertirlo en una especie de capítulo de esas series terroríficas, made in USA, sobre peces asesinos, pero la verdad es que el tiburón arribado a las playas tarraconenses parece bien poca cosa. Incluso, en gesto amistoso, llega al borde de la arena, para que turistas en camisetas de tirantes lo fotografíen con sus teléfonos móviles, quizá para después contar a los niños que han luchado a brazo partido contra el escualo en las aguas profundas.

Pero no hay tal heroísmo ni los de la camiseta de tirantes son precisamente el capitán Acab : el tiburón, que pertenece a una especie considerada peligrosa solamente en determinadas aguas, frías, grises y bravías, que para nada corresponden al litoral mediterráneo, parece ser, en realidad, una tiburona despistada, que solamente pretende tener a sus tiburoncitos en una tranquila zona vacacional. No sabe, la pobre, dónde se mete. Porque la verdad es que la costa española está llena de tiburones de los de verdad, de los que muerden solamente al incauto y pueblan los mares no de sangre, sino de hormigón y ladrillos.

Me temo que nuestra tiburona y sus tiburoncitos no van a acabar de aclimatarse en estas playas llenas de gente con bronceadores, niños jugando a las palas y jóvenes que se exhiben en top less sin que ya los mozos, ahítos, las miren siquiera. Yo que ella, la verdad, antes de que la metan en un acuario para que se exhiban los buzos-camelo, me volvería a esas aguas frías, grises y bravías, donde los peligros son menos que en estos mares cálidos tomados por las motos acuáticas; me volvería allá donde los tiburones son solamente tiburones, no escualos sin escrúpulos, de la variedad ladrillera.

*Periodista