El estado de alarma decretado por el Gobierno de Pedro Sánchez en el afán de minimizar el avance de la pandemia y de establecer normas estrictas que afectan a la movilidad, a la seguridad, al transporte y, entre otros, al abastecimiento general de la población, implica sobre todo un esfuerzo ciudadano. El Gobierno asume medidas importantes y nunca vistas, pero insiste en que los límites a la vida cotidiana y a la libertad de movimientos son la base sobre la que fundamentar esta lucha. Y los medios de comunicación tenemos la responsabilidad máxima de insistir en este punto. Más allá del control y las sanciones que ha previsto el Ministerio del Interior para los casos en los que se infrinjan claramente las instrucciones dadas, es en el esfuerzo ciudadano donde hay que poner el énfasis. Lo que transmiten las directrices oficiales es claro: quedarse en casa. No se tendría que recurrir a la picaresca o a una lectura laxa del decreto con el afán de entender las salvedades como oportunidades. Quedarse en casa quiere decir no salir sino en circunstancias inevitables, como la manutención, las necesidades urgentes o la atención a personas y colectivos vulnerables, y, aun así, respetando en todo momento las indicaciones sanitarias y las precauciones a tener en cuenta. ¿Pueden sancionarse las conductas improcedentes? Por supuesto. Las sanciones existen para castigar el delito y para disuadir de su comisión. Pero es mucho más eficiente, en un contexto de crisis global como este, la concienciación de la sociedad, porque el esfuerzo, la solidaridad y el civismo son valores que, si se adoptan a través de la convicción, acaban siendo mucho más poderosos y eficientes que la coacción.

Para aumentar las garantías de éxito, es necesario mantener una unidad de acción entre administraciones, más allá de disputas partidistas, de quejas de las autonomías o de las críticas hacia el real decreto. Sánchez valoró ayer, tras la Conferencia de Presidentes, que la respuesta conjunta de los responsables autonómicos fue que actuarán «con responsabilidad y lealtad», algo que la ciudadanía exige porque no hay tiempo para las disensiones. Se trata de combatir todos juntos el coronavirus. Empezando por los colectivos que son básicos: los sanitarios, en primer lugar, pero también todos aquellos que trabajan por el bien común. Conviene pues una campaña en la que los lemas que llaman a una conducta responsable sean más que una simple invocación. La ciudadanía -y es así en la gran mayoría de los casos, sin olvidar acciones denunciables como algunas de las vividas estos días- adquiere un compromiso que se extiende por encima de decretos. Y debe contar, para que el sacrificio tenga resultados positivos, con un factor importante: la confianza en las instituciones, tanto en el plano sanitario como en el económico y social. En el confinamiento de la población debe imperar la calma, por encima de temores o ganancias egoístas. Solo así se podrá hacer frente a un reto colosal como el que tenemos entre manos.