TEts un juego al que frecuentemente nos sometemos los periodistas, o al que nos someten algunos amigos: ¿Quién ganó el debate del Congreso del miércoles entre Zapatero y Rajoy ? Algunos medios no tienen reparo en declararse a favor o en contra de uno u otro de los políticos que encabezan las mayores formaciones, bien sea por convencimiento o por línea editorial. A cualquier ciudadano que hubiera seguido el debate, que fue largo y a menudo tenso, se le puede plantear la misma cuestión, y tendríamos infinidad de respuestas.

En esta ocasión, los diarios también son, en su mayor parte, predecibles: cada cual proclama que venció "su" político, o da una de cal y otra de arena a los contendientes.

Pero sí hay bastante unanimidad en destacar algunas de las cuestiones abordadas en las casi seis horas del debate parlamentario. Por ejemplo, y situando a "segundos fuera", la agresividad de uno contra otro. El "¿a qué ha venido usted aquí" de Rajoy a Zapatero no se puede decir que fuera un saludo cordial, efusivo ni grato, a quien se había despedido con más cordialidad y cortesía en la entrevista en la Moncloa del mes de julio.

Rajoy ha vuelto por sus fueros, reprochando a Zapatero lo que le criticó durante toda la legislatura anterior: que no tenía la talla para gobernar, y mucho menos, para resolver los problemas graves de la economía. Si no está capacitado para resolver el problema de la crisis, deje que otro la gestione, le dijo en el final de su intervención, con evidente propósito de erigirse él mismo en esa oferta alternativa.

Desde el primer momento de su condición de jefe de la Oposición "por accidente", Rajoy viene mostrando un irrefrenable, pero legítimo, deseo de suceder al primer ejecutivo, perfectamente convencido de que dispone de más luces, mejores colaboradores, o más disposición que el titular.

Por el contrario, Zapatero ha venido "midiendo el pie" a su adversario en los cinco últimos años, y ya es difícil que le pase por alto alguna "maldad". De manera que es frecuente que replique con maldades parecidas, reprochándole su falta de disposición para dar la cara políticamente, o la escasa afición que algunos de sus propios colaboradores achacan a Rajoy para el trabajo continuado e intenso. De manera que hay "perlas" malintencionadas de ambas partes, aunque sin duda predominó la que llevaba preparada Rajoy: ¿A qué ha venido usted aquí? En su réplica, Zapatero respondió con parecida descortesía: El que sabía bien claro a qué venía era usted, señor Rajoy: a no escuchar, porque ya tenía preparada su intervención. No se iba a tomar esa molestia...

* Periodista