Quién va a gestionar la indiferencia? Esa es la pregunta capital que debiera hacerse el presidente del Gobierno de España y la clase política catalana ante el descalabro de abandono con que la mayoría de los catalanes han castigado el Estatut y a quienes lo repudiaban. Ni siquiera el president Maragall , que apuró el reglamento para entrometerse por la televisión en cada hogar de Cataluña, forzando la participación, ha logrado sacar de casa a la mayoría de los ciudadanos. Su último mensaje, arropado con la bandera de Cataluña, huérfana de la española, no ha entusiasmado demasiado, a la vista de lo ocurrido, o tal vez sea un componente más de la apatía ante tanta desmesura.

Nadie puede poner en cuestión la legitimidad del texto refrendado, porque desde el momento en que hay más votantes que lo aprueban de los que lo rechazan, el Estatuto catalán solo necesita la firma del Rey y su inclusión en el Boletín Oficial del Estado, para ser norma legal.

Pero esa no es la cuestión de fondo para la contemplación de la ley básica de la autonomía catalana que siempre tendrá la sombra de la indiferencia de los ciudadanos de Cataluña. Si este era un proceso histórico, se ha quedado muy mal acompañado.

XHA SIDOx un mal paso de José Luis Rodríguez Zapatero que se ha involucrado personalmente en esta aventura para dejar a la sociedad catalana fragmentada, ha permitido la irresponsable actuación del Partido Popular, patético hasta el último instante, y ha dejado unas graves heridas en la concepción de una España solidaria.

Pascual Maragall no tiene futuro político. Es solo la confirmación patética de algo que se sabía y que formalmente pone final a una carrera política en la que ha fracasado en todo lo que aseguraba pretender: construir una alternativa seria a la hegemonía política de CiU, ilusionar a los votantes de Izquierda con un proyecto político para la Generalitat y reforzar la autonomía de Cataluña incardinándola sólidamente en una España plural.

Es, además, un mal precedente. La validez de las normas básicas que no entusiasmen a los ciudadanos, en el futuro será igualmente ratificada, independientemente de la movilización que susciten. Es un aviso para los procesos que se han puesto en marcha en una fiebre revisionista del mapa autonómico sin haber consolidado previamente nuestro proyecto constitucional.

Hay muchas calculadoras en el País Vasco extrapolando resultados electorales y, probablemente, frotándose las manos para el horizonte que se ha abierto con esta aventura del presidente Rodríguez Zapatero a la que los catalanes han contestado con lo que más debiera dolerle a un político en activo: la indiferencia.

*Periodista